PATRICIA VELASQUEZ DE MERA (Dagor) LIBRE PENSADORA

nos faltan agallas para ser uno más simples ciudadanos caminando al trabajo debajo de la lluvia silbando por convicción el himno de la paz preferimos jugar al bingo de la importancia ignorar la violencia sumarnos a su causa al silencio maldito conspiración que mata los diarios hacen lo suyo tres veces a la semana las mismas fotos se turnan los monigotes se abrazan en toda suerte de eventos naipe de sesenta cartas que solamente se altera cuando se muere una jota un rey una reina un as guardado en la manga entonces ocupa el puesto otro de narices largas amantes del amanecer dibujando el sol sin entenderlo para los demás la oscuridad el barrio sucio y vibrante que eufórico grita un gol un asalto un atropello la muerte de un vigilante mientras ocultos tras muros locos de poder los pobres poderosos mezclan el licor con carcajadas exhalan tempestades de egoismo vomitan pretenciones y arrogancia se burlan del hombre y de su hambre de su color y de su origen de su dolor y de su

“Ambato tiene tres Juanes, Guayaquil tiene tres Carlos: Carlos Rubira Infante, Carlos Silva Pareja y Carlos Solís Morán”. (Mauro Velásquez Cevallos).

Es hora de que entendamos en forma colectiva que nuestra dignidad, la de todos, nace del estricto respeto a la dignidad ajena. Es hora de que pensemos qué vamos o construir o qué vamos a destruir, antes de hablar o de actuar. Si no nos hemos dado cuenta, el verbo es un boomerang que retorna y nos golpea con la misma fuerza con que lo lanzamos. La historia que vive el Ecuador es profundamente crítica y el tiempo se acorta para lograr un diálogo. Con comentarios hirientes y proponiendo soluciones absurdas, lo único que estamos haciendo es echar más leña al fuego en lugar de ayudar a apagarlo. A menudo, manoseamos palabras con sorprendente irresponsabilidad, herimos a familias enteras, sean de izquierda o de derecha, insultamos públicamente, asaltamos verbalmente a quien no comparte nuestro criterio o no nos hace un favor. Solemos mancillar la dignidad ajena pero lloramos cuando tenemos que responder por nuestras palabras abusivas. No nos tiembla la mano a la hora de convertirnos en juec

Te veo llegar con tus zapatos de pasadores rosados, con tus blusas salpicadas por estrellas de colores, con tu alegría contagiosa y ese swing despreocupado que has adoptado últimamente. Me miras con ternura, pareciera que lees mi pensamiento, sobre todo ahora que no necesitas empinarte para meterte en mis ojos Cómo has crecido, asumo que tu corazón también se ha expandido a juzgar por las miradas románticas con que acaricias la ventana o por las sonrisas a solas, esas que todos conocen pero que sólo tú comprendes. Una tarde llegaste a contarme que tenías novio. Me quedé de una pieza, mentalmente empecé a revisar mi cuaderno de apuntes, mismo en el que había guardado las respuestas que mi madre me diera en ocasiones similares. Pero al abrir la página encontré que estaba en blanco. Fue cuando comprendí que nunca se me ocurrió hablar con mi madre de estas cosas. A todo esto, me mirabas sin pestañear, como queriendo arrancar el comentario clave que se me hacía nudo en la lengua porqu