El domingo es una especie de oasis, de tregua. Por la mañana es como un barquito de papel navegando en una taza de café, como las flores del campo, como una bandera blanca, como un suspiro largo frente a un lago. Al medio día es como el calor de la ventana soleada, como la quimera de la alegría en el parque. En la tarde, se convierte en el pastel que se disfruta sin prisas, como una tertulia íntima cuando se pone el sol. La música es el ladrido lejano del perro del vecino, la poesía es la sonrisa de un nieto… Al final del día el músculo del ser se estira, el silencio se apodera de la casa, el periódico cansado se acurruca en un rincón. Entonces repasamos con ojos cerrados las cartas que quisiéramos escribirle al mundo, a la vida; acomodamos la cabeza en la almohada y a pesar de todos los bemoles, de todas las incertidumbres y las injusticias que vive el planeta, suspiramos renovados y soñamos con una gran semana para toda la humanidad! © Dagor PVV
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor