Hace un cuarto de siglo Eddie Chiang Espinoza ya estaba cantando… Empezó a hacerlo hace cincuenta años, en el vientre materno. La adolescencia lo sorprendió abrazado apasionadamente a una guitarra. Una de las voces más exquisitas de la música popular en el Ecuador, Eddie se compenetró con su destino de cantante desde muy joven, comprendió que la tarea no sería fácil pero sería hermosa, supo que con su voz podía encarnar al poeta, al compositor y aportar con su interpretación impecable para formar un trío de un sólo hombre, una amalgama de técnica, ternura y pasión con la cual llegaría a tocar el alma de todo el que haya tenido el privilegio de escucharlo.
El título de su primer long play "INTIMIDAD" sin duda marcó su trayectoria Su canto es siempre íntimo, se le hace fácil llegar por el oído al corazón del público. Su voz fluye naturalmente, como cuando el pintor se para frente al lienzo y las imágenes empiezan a plasmarse solas, a cobrar sentido, a tener una razón de ser sobre la superficie vertical que se vuelve honda, ancha, que alberga un mundo ilusorio, a veces infinito, en un reducido espacio físico. Así pasan las notas musicales por las gargantas privilegiadas, y la de Eddie Chiang es, a no dudarlo, una de ellas. Cada canción se vuelve un cuadro, una nostalgia, una poesía, un sueño, en su voz.
Acaso Eddie pudo haberse dedicado solamente a la música y recibir los honores y privilegios que merecía. El, que reúne todas las características para hacer lo que quisiera con su talento, optó por un perfil discreto, por una vida sencilla, familiar, combinando desde siempre el canto con su profesión de médico pediatra y sin perseguir la fama ni la fortuna material. Su arte es una herramienta de amor que comparte con su público, ese grupo fiel y numeroso que lo sigue año a año en su concierto que es un derroche de emociones, un poemario a la amistad, a la lealtad, una confabulación de talentos. Nunca han faltado los Larrea, músicos extraordinarios: Venancio y Mariano, en estas veladas inolvidables; tampoco han estado ausentes sus seres más queridos y sus grandes amigos unidos por el arte y la fraternidad. Juntos, en el escenario, arrancaron más de una lágrima de nostalgia y emoción al ser escuchados. Eddie fue siempre la estrella pero con la sencillez que le caracteriza, cada uno de sus invitados brilló como él en el escenario.
Hoy, 25 años después de su primer concierto en público, Eddie dice que se va, que cierra el show con broche de luz en el pecho de quienes hicieron posible su presentación anual, esa etapa maravillosa en la que se vistió de gala cada doce meses, para ofrecer lo mejor de su repertorio y de su corazón a su Guayaquil, a su gente. Hoy, cuando como el buen vino, su voz ha madurado al punto de que cada brindis, cada entrega, fluye como por arte de magia de sus pulmones y su boca… el Chino baja el telón, se va. Pero nos deja con la sensación del mejor libro, el que nos hace retornar al espejo del pasado para despertar y saborear los recuerdos más hermosos. Espejos sus discos que hablan de innovaciones aún no comprendidas, no reconocidas en busca de un giro dinámico para popularizar entre la juventud el pasillo ecuatoriano… Espejo el romance, la luna que nos bajó con cada canción. Debemos dejarlo ir porque sabemos donde encontrarlo. Eddie jamás niega un canto a tiempo, sabemos que volverá al escenario y con la misma pasión y ternura derrochará talento en el orfanato, el albergue de ancianos, el Centro de Arte o la oreja del paciente porque para él, el escenario es cualquier lugar donde exista una guitarra, un piano, un amigo, una oreja, una esperanza.
La música como el agua es de todos, y que nos perdone Eddie pero él, es música… entonces, también es agua. El talento superior convierte al ser que lo posee en patrimonio de una comunidad.
Desde lejos la voz de Eddie se confunde en el recuerdo con la del Guayas. Los dos navegan, dicen alejarse pero regresan, se quedan por siempre, para siempre bordando con música de estrellas las orillas mágicas de la ciudad del Río y del Estero.
Un día no lejano, asistiremos quizá al reconocimiento que el Ecuador le debe a este cantante extraordinario, ejemplo de discreción y de constancia. Alguien que no contento con su entrega a nivel de arte y de ciencia, puso su sangre, sus hijos al servicio de la música en una ofrenda de amor singular y “para no hacerles sombra” según sus palabras, les deja el camino amplio, largo, para que cosechen su propia gloria de hacer arte por amor al arte y al hombre. Eddie Chiang, alguien que además, a través de la enseñanza del canto ha emprendido una tarea noble y enriquecedora a favor de la juventud de Guayaquil y del país, realmente merece una larga ovación de pie.
Salud, Eddie Chiang, gracias por estos 25 años de canto espectacular!
Patricia Velásquez de Mera
© Patricia Velasquez de Mera 2009
Comentarios
Gracias a su esposa: Mirella, estoy conociendo su obra. Me ha hecho soñar, reir, meditar ... y mientras continuaba en mi lectura de sus escritos, de pronto "nuestro amigo" GRACIAS por sus escritos todos y por saber decir todo lo que los otros no podemos poner en un papel.
Continue a deleitarnos...Ud también
Una gran admiradora...desde hace muy poco
Rocio Muñoz
Gracias a ti y a quienes te leen.
cada dia me queda mas claro que lo veraderamnente trascendente es intangible.
un abrazo para todos,
Eddie Chiang
Muchas felicidades por tener una carrera llena de exito y más que todo por amar lo que hace.
Con cariño lo recuerdo siempre Miriam Moya.
Dios lo bendiga. Carmen Hidalgo ESpinoza.
Soy fan mi dóctor, usted lo sabe...
Regrese a los escenarios, esa voz no puede silenciarse...
Bendiciones y mucha salud.