UN AVE MARIA POR LUCIANO PAVAROTI
Se fue a dormir el cantor, se llevó la garganta en una cajita llamada corazón. Corazón gigante que se desbordaba en su sonrisa de niño, corazón travieso que logró enlazar la ópera con la música popular, corazón inmenso que resistió la fuerza extraordinaria de su voz sin detenerse, sin explotar de gozo por 71 años.
El tiempo se detuvo para Pavaroti pero él nunca se detendrá en el tiempo. Somos privilegiados los que presenciamos su paso por el mundo, pero las generaciones futuras lo conocerán aún más que nosotros porque las almas elegidas para la gloria, engendran más gloria al ser admitidas al otro lado del horizonte.
Luciano se llevó en la mano su pañuelo blanco que tantas veces blandiera a favor de la paz, ese que secara su sudor de amor, de entrega a su público que también se entregó a él sin restricciones. El planeta entero lo amó y lo escuchó con devoción y pasión. Cantando en italiano lo entendía el ruso, el inglés, el chino, el hispano. Fenómenos así derriban cualquier torre de Babel.
Luciano Pavaroti se llevó también una llave de sol que le habían bordado en un velo tendido a sus pies, cábala entre el gran sol y el gran cantor, quizá.
Paz en su tumba, música en su pañuelo, silentes las estrellas esperan su concierto.
D'Agor
Se fue a dormir el cantor, se llevó la garganta en una cajita llamada corazón. Corazón gigante que se desbordaba en su sonrisa de niño, corazón travieso que logró enlazar la ópera con la música popular, corazón inmenso que resistió la fuerza extraordinaria de su voz sin detenerse, sin explotar de gozo por 71 años.
El tiempo se detuvo para Pavaroti pero él nunca se detendrá en el tiempo. Somos privilegiados los que presenciamos su paso por el mundo, pero las generaciones futuras lo conocerán aún más que nosotros porque las almas elegidas para la gloria, engendran más gloria al ser admitidas al otro lado del horizonte.
Luciano se llevó en la mano su pañuelo blanco que tantas veces blandiera a favor de la paz, ese que secara su sudor de amor, de entrega a su público que también se entregó a él sin restricciones. El planeta entero lo amó y lo escuchó con devoción y pasión. Cantando en italiano lo entendía el ruso, el inglés, el chino, el hispano. Fenómenos así derriban cualquier torre de Babel.
Luciano Pavaroti se llevó también una llave de sol que le habían bordado en un velo tendido a sus pies, cábala entre el gran sol y el gran cantor, quizá.
Paz en su tumba, música en su pañuelo, silentes las estrellas esperan su concierto.
D'Agor
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M.