CARTA ABIERTA AL SEÑOR RAFAEL CORREA DELGADO, PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DEL ECUADOR
Señor Rafael Correa:
Usted ascendió al poder por mandato del pueblo y bajo la constitución supuestamente vigente, una que ayer fue burdamente atropellada en La Cadena, una de la que usted hace caso omiso como si su único propósito fuera el de sembrar el caos y arremeter contra todo ordenamiento social, jurídico, legal, para mantener ocupadas las mentes de los ecuatorianos mientras se inventa enemigos y conspiradores en cada esquina y despliega su rabia y su odio sin sentido, no solamente contra Guayaquil, su cuna, sino contra todo el que no le da la razón y no le agacha la cabeza.
Por qué le vamos a agachar la cabeza, señor? Las monarquías no tienen cabida en nuestro país. Tiene usted exactamente los mismos derechos que el resto de los ecuatorianos. Es más, usted es el primer servidor público, no sé si le queda claro este concepto. Usted es quien debería fomentar la paz, la concertación entre hermanos ecuatorianos, vengan estos de las familias que vengan, sin dejar mezclar en su discurso cualquier móvil personal detrás de su actitud insoportablemente beligerante. Usted tiene la obligación mientras ostente la primera magistratura o cualquier cargo público, de rendirnos cuenta de sus actos. Su tarea no es planear en secreto estrategias que afectan drásticamente los intereses de los ciudadanos, mismas que deben ser discutidas en público.
Usted tiene el compromiso con sus partidarios de demostrarles que la doctrina que pregona, es la que conviene a nuestra sociedad, pero pero para ello no es menester atropellar a quienes no compartimos sus ideas.
Todos estaríamos encantados de poder un día no lejano hacerle una venia de admiración a su paso si es que usted, con su trabajo y su ejemplo se ganara el respeto de los ecuatorianos cumpliendo con su responsabilidad como ciudadano y como gobernante. No solamente los que creyeron en su discurso se sentirían orgullosos y satisfechos de haberle dado su respaldo para que consiga un cargo de excepcional honor y bien remunerado, sino que los que no votamos por usted, estaríamos felices de poder reconocerle sus méritos, que redundarían en beneficios para todos.
Señor Correa, el país no es suyo, el abrumador respaldo que obtuvo en las urnas, puede volverse en su contra si usted traiciona los sagrados intereses puestos en sus manos. Permítame ponerlo frente a un espejo. No hay uno en palacio? Usted actúa como un dictador, como un rey pseudo socialista. Usted abusa de su investidura y no parece darse cuenta de que el tiempo corre. Han pasado más de once meses desde que leyera un discurso bonito en el Palacio Legislativo, pero del dicho al hecho se nos hace una eternidad a los ecuatorianos porque no se ha cumplido una sola de las promesas que se incluyeran en esa alocución. Eventualmente, vamos a tener que pasarle factura por cada centavo que le hemos pagado de sueldo y por cada plato de comida, cada cena cara, cada viaje, cada lujo, cada paseo, cada camisa bordada con diseño exclusivo que usted ha recibido como pago por el trabajo de Presidente.
Por cierto, hablando de sus ya famosas camisas, “el hábito no hace al monje”, señor Correa. Cree usted que las antorchas cuando el sol se oculta, los elefantes blancos construidos con dinero del pueblo, los caballos blancos tipo Napoleón, los disfraces de montonero, los viajes con su séquito a todos los rincones de la república, pueden engañar a trece millones de hombres y mujeres? Cuánto nos subestima! Un circo siempre será un circo! Es cierto que no todos los ecuatorianos han pasado por los centros educativos internacionales en los que usted ha estudiado, pero señor Correa, eso tampoco nos impresiona, no olvide usted que el saqueo más grande cometido en nuestro Ecuador fue liderado por un ex alumno de una de las universidades más prestigiosas del mundo.
Señor Correa, desde cerca o desde lejos, los que amamos verdaderamente el país, los que contribuimos con nuestro esfuerzo diario al progreso del Ecuador, nos mantendremos vigilantes y no vamos a permitirle que siga usted haciendo trapo de nuestra dignidad, que siga vejándonos con expresiones burdas y amenazando a todo el que no sea santo de su devoción. No le vamos a permitir que trate al pueblo como a una bola de patanes, y no le vamos a consentir que siga usted aceptando que se lancen bombas lacrimógenas sobre los cuerpos de nuestros hermanos o alentando a las fuerzas armadas y a la policía en una lucha contra su propia gente. Qué vergüenza, señor que no haya usted siquiera revisado el código de trabajo, a juzgar por declaraciones suyas recién emitidas, en las que sugiere a los trabajadores tomarse fábricas y empresas. Le importan a usted realmente los trabajadores? Qué peligroso intento de desestabilización cuando de manera irresponsable dice usted en un acto público “pongan veinte mil personas con sus riquezas y presiones a los pequeños comerciantes, que la revolución ciudadana pondrá el doble o el triple de gente”. El arbitraje en la pelea callejera, la guerra de camisetas sudadas, no es lo que el país esperaba de un académico que fue llevado en hombros al poder con gran esperanza e ilusión por un gran sector de compatriotas, quienes hoy están en desacuerdo con la mayoría de sus actitudes e ideas. Todos somos ecuatorianos, todos tenemos derecho a todo. La redistribución de la riqueza no se consigue a golpes ni con violencia sino con inteligencia, con trabajo, con planificación y real sentido de la justicia, ganándose la credibilidad y la confianza del pueblo entero.
No es pecado que existan ciudades como Guayaquil en donde el progreso ya es de todos. Pretender destruir a Guayaquil es como si tratara usted de incendiar su propia casa. El espejismo del poder obnubila, todos lo entendemos, pero para eso estamos los que no buscamos cargos públicos, para recordarles a los que los ostentan que están a nuestro servicio y deben hacer bien las cosas o serán relevados de sus puestos y juzgados por la historia como se merecen..
La aplicación arbitraria de la fuerza, el absurdo llamado a la confrontación entre ecuatorianos, la ilegal represión de que han sido objeto los alcaldes de muchas ciudades y su caravana el día 27 de Diciembre en La Cadena, demostrando que no hay derecho a la libre circulación y expresión de las ideas; el doloroso maltrato a los habitantes de Dayuma, etc., son actitudes que estamos anotando al detalle y que no se las vamos a seguir permitiendo. Se equivoca usted si cree que los ecuatorianos estamos pintados en la pared. La historia tiene la mejor memoria.
Compórtese señor Correa, si quiere respeto, ponga ejemplo; si quiere paz, no invite a la guerra; si quiere progreso, trabaje, señor. No pretenda destruir lo que con tanto esfuerzo se ha logrado en el “cantoncito” más hermoso, pujante y progresista del Ecuador y de América.
Patricia Velásquez de Mera
Guayaquileña
Diciembre 28 de 2007
Señor Rafael Correa:
Usted ascendió al poder por mandato del pueblo y bajo la constitución supuestamente vigente, una que ayer fue burdamente atropellada en La Cadena, una de la que usted hace caso omiso como si su único propósito fuera el de sembrar el caos y arremeter contra todo ordenamiento social, jurídico, legal, para mantener ocupadas las mentes de los ecuatorianos mientras se inventa enemigos y conspiradores en cada esquina y despliega su rabia y su odio sin sentido, no solamente contra Guayaquil, su cuna, sino contra todo el que no le da la razón y no le agacha la cabeza.
Por qué le vamos a agachar la cabeza, señor? Las monarquías no tienen cabida en nuestro país. Tiene usted exactamente los mismos derechos que el resto de los ecuatorianos. Es más, usted es el primer servidor público, no sé si le queda claro este concepto. Usted es quien debería fomentar la paz, la concertación entre hermanos ecuatorianos, vengan estos de las familias que vengan, sin dejar mezclar en su discurso cualquier móvil personal detrás de su actitud insoportablemente beligerante. Usted tiene la obligación mientras ostente la primera magistratura o cualquier cargo público, de rendirnos cuenta de sus actos. Su tarea no es planear en secreto estrategias que afectan drásticamente los intereses de los ciudadanos, mismas que deben ser discutidas en público.
Usted tiene el compromiso con sus partidarios de demostrarles que la doctrina que pregona, es la que conviene a nuestra sociedad, pero pero para ello no es menester atropellar a quienes no compartimos sus ideas.
Todos estaríamos encantados de poder un día no lejano hacerle una venia de admiración a su paso si es que usted, con su trabajo y su ejemplo se ganara el respeto de los ecuatorianos cumpliendo con su responsabilidad como ciudadano y como gobernante. No solamente los que creyeron en su discurso se sentirían orgullosos y satisfechos de haberle dado su respaldo para que consiga un cargo de excepcional honor y bien remunerado, sino que los que no votamos por usted, estaríamos felices de poder reconocerle sus méritos, que redundarían en beneficios para todos.
Señor Correa, el país no es suyo, el abrumador respaldo que obtuvo en las urnas, puede volverse en su contra si usted traiciona los sagrados intereses puestos en sus manos. Permítame ponerlo frente a un espejo. No hay uno en palacio? Usted actúa como un dictador, como un rey pseudo socialista. Usted abusa de su investidura y no parece darse cuenta de que el tiempo corre. Han pasado más de once meses desde que leyera un discurso bonito en el Palacio Legislativo, pero del dicho al hecho se nos hace una eternidad a los ecuatorianos porque no se ha cumplido una sola de las promesas que se incluyeran en esa alocución. Eventualmente, vamos a tener que pasarle factura por cada centavo que le hemos pagado de sueldo y por cada plato de comida, cada cena cara, cada viaje, cada lujo, cada paseo, cada camisa bordada con diseño exclusivo que usted ha recibido como pago por el trabajo de Presidente.
Por cierto, hablando de sus ya famosas camisas, “el hábito no hace al monje”, señor Correa. Cree usted que las antorchas cuando el sol se oculta, los elefantes blancos construidos con dinero del pueblo, los caballos blancos tipo Napoleón, los disfraces de montonero, los viajes con su séquito a todos los rincones de la república, pueden engañar a trece millones de hombres y mujeres? Cuánto nos subestima! Un circo siempre será un circo! Es cierto que no todos los ecuatorianos han pasado por los centros educativos internacionales en los que usted ha estudiado, pero señor Correa, eso tampoco nos impresiona, no olvide usted que el saqueo más grande cometido en nuestro Ecuador fue liderado por un ex alumno de una de las universidades más prestigiosas del mundo.
Señor Correa, desde cerca o desde lejos, los que amamos verdaderamente el país, los que contribuimos con nuestro esfuerzo diario al progreso del Ecuador, nos mantendremos vigilantes y no vamos a permitirle que siga usted haciendo trapo de nuestra dignidad, que siga vejándonos con expresiones burdas y amenazando a todo el que no sea santo de su devoción. No le vamos a permitir que trate al pueblo como a una bola de patanes, y no le vamos a consentir que siga usted aceptando que se lancen bombas lacrimógenas sobre los cuerpos de nuestros hermanos o alentando a las fuerzas armadas y a la policía en una lucha contra su propia gente. Qué vergüenza, señor que no haya usted siquiera revisado el código de trabajo, a juzgar por declaraciones suyas recién emitidas, en las que sugiere a los trabajadores tomarse fábricas y empresas. Le importan a usted realmente los trabajadores? Qué peligroso intento de desestabilización cuando de manera irresponsable dice usted en un acto público “pongan veinte mil personas con sus riquezas y presiones a los pequeños comerciantes, que la revolución ciudadana pondrá el doble o el triple de gente”. El arbitraje en la pelea callejera, la guerra de camisetas sudadas, no es lo que el país esperaba de un académico que fue llevado en hombros al poder con gran esperanza e ilusión por un gran sector de compatriotas, quienes hoy están en desacuerdo con la mayoría de sus actitudes e ideas. Todos somos ecuatorianos, todos tenemos derecho a todo. La redistribución de la riqueza no se consigue a golpes ni con violencia sino con inteligencia, con trabajo, con planificación y real sentido de la justicia, ganándose la credibilidad y la confianza del pueblo entero.
No es pecado que existan ciudades como Guayaquil en donde el progreso ya es de todos. Pretender destruir a Guayaquil es como si tratara usted de incendiar su propia casa. El espejismo del poder obnubila, todos lo entendemos, pero para eso estamos los que no buscamos cargos públicos, para recordarles a los que los ostentan que están a nuestro servicio y deben hacer bien las cosas o serán relevados de sus puestos y juzgados por la historia como se merecen..
La aplicación arbitraria de la fuerza, el absurdo llamado a la confrontación entre ecuatorianos, la ilegal represión de que han sido objeto los alcaldes de muchas ciudades y su caravana el día 27 de Diciembre en La Cadena, demostrando que no hay derecho a la libre circulación y expresión de las ideas; el doloroso maltrato a los habitantes de Dayuma, etc., son actitudes que estamos anotando al detalle y que no se las vamos a seguir permitiendo. Se equivoca usted si cree que los ecuatorianos estamos pintados en la pared. La historia tiene la mejor memoria.
Compórtese señor Correa, si quiere respeto, ponga ejemplo; si quiere paz, no invite a la guerra; si quiere progreso, trabaje, señor. No pretenda destruir lo que con tanto esfuerzo se ha logrado en el “cantoncito” más hermoso, pujante y progresista del Ecuador y de América.
Patricia Velásquez de Mera
Guayaquileña
Diciembre 28 de 2007