El domingo es una especie de oasis, de tregua. Por la mañana es como un barquito de papel navegando en una taza de café, como las flores del campo, como una bandera blanca, como un suspiro largo frente a un lago. Al medio día es como el calor de la ventana soleada, como la quimera de la alegría en el parque. En la tarde, se convierte en el pastel que se disfruta sin prisas, como una tertulia íntima cuando se pone el sol. La música es el ladrido lejano del perro del vecino, la poesía es la sonrisa de un nieto… Al final del día el músculo del ser se estira, el silencio se apodera de la casa, el periódico cansado se acurruca en un rincón. Entonces repasamos con ojos cerrados las cartas que quisiéramos escribirle al mundo, a la vida; acomodamos la cabeza en la almohada y a pesar de todos los bemoles, de todas las incertidumbres y las injusticias que vive el planeta, suspiramos renovados y soñamos con una gran semana para toda la humanidad!
© Dagor PVV
nada soy o soy tan poco como una maceta discreta que olvidada y solitaria observa desde la ventana los transeúntes que pasan apenas soy en mi estancia la esquina fortuita de una casa ubicada en cualquier manzana poeta desencantada tomando notas fotografiando sonrisas con las pupilas cansadas para poder reflejarlas entre los versos del alba mientras los zapatos sangran por calles imaginarias largas calles no empedradas plagadas de dolor de desesperanza eso soy o no soy nada una huida permanente un paso en el andén constantemente un atardecer lleno de nubes sobre la playa de los indolentes nada soy o soy tan poco transparente anacoreta pintando sobre muros invisibles los rostros de otros bardos que no calzan en las listas repetidas en las alfombras purpúreas de los mercaderes de la humanidad Dagor Ab...
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