No sé si los copos de nieve suben o bajan, pero en mi corazón se acurrucan con sus alas diminutas empujadas por el viento, por el frío, por la soledad, por el tiempo.
Vuelan despacio como aves sagradas, como palomas mensajeras buscando orillas para depositar su mensaje infinito; como níveas mariposas a punto de anidar.
Por eso cuando pasan les abro la ventana, porque sé que son breves golondrinas de luz, fugaces flores de hilo pletóricas de paz, escapadas del vestido de la luna.
Ellas brindan calor con su esperanza porque cuando las beso, como si fueran hadas,
se deshacen en cantos al centro de mi almohada.
No sé si los copos de nieve suben o bajan, pero su estela romántica transforma el paisaje, pinta con acuarela blanca las copas de los árboles, las casas y las plantas en la calle que conduce a mi morada.
© Dagor
nada soy o soy tan poco como una maceta discreta que olvidada y solitaria observa desde la ventana los transeúntes que pasan apenas soy en mi estancia la esquina fortuita de una casa ubicada en cualquier manzana poeta desencantada tomando notas fotografiando sonrisas con las pupilas cansadas para poder reflejarlas entre los versos del alba mientras los zapatos sangran por calles imaginarias largas calles no empedradas plagadas de dolor de desesperanza eso soy o no soy nada una huida permanente un paso en el andén constantemente un atardecer lleno de nubes sobre la playa de los indolentes nada soy o soy tan poco transparente anacoreta pintando sobre muros invisibles los rostros de otros bardos que no calzan en las listas repetidas en las alfombras purpúreas de los mercaderes de la humanidad Dagor Ab...
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