Si el trabajo de los intelectuales no sirve para mostrar caminos de libertad, si no está al servicio de la justicia y el bienestar de todos los seres humanos, su valor, es exiguo. La literatura, las artes en general, son credenciales de privilegio porque permiten propalar rumores de felicidad y de ternura, porque imitan la realidad confrontando lo negativo y lo positivo, porque aún en medio de un relato trágico y oscuro permiten el encuentro con la luz, porque muestran el lado amable de la más devastadora de las tormentas, porque convocan a la toma de consciencia, porque construyen puentes de cristales frágiles conectados directamente a los corazones de los espectadores para ponerlos en perspectiva. Pero la intelectualidad no es, no debe ser pasaporte a la arrogancia, al elitismo. Nada tan triste como el aislamiento, el casi destierro al que se consagran algunos escritores y artistas, convencidos de que son seres iluminados bajados del cielo con la verdad en la mano. La única verdad es que si hablan en un idioma inentendible para la mayoría, su discurso es irrelevante.
© Dagor PVV
nada soy o soy tan poco como una maceta discreta que olvidada y solitaria observa desde la ventana los transeúntes que pasan apenas soy en mi estancia la esquina fortuita de una casa ubicada en cualquier manzana poeta desencantada tomando notas fotografiando sonrisas con las pupilas cansadas para poder reflejarlas entre los versos del alba mientras los zapatos sangran por calles imaginarias largas calles no empedradas plagadas de dolor de desesperanza eso soy o no soy nada una huida permanente un paso en el andén constantemente un atardecer lleno de nubes sobre la playa de los indolentes nada soy o soy tan poco transparente anacoreta pintando sobre muros invisibles los rostros de otros bardos que no calzan en las listas repetidas en las alfombras purpúreas de los mercaderes de la humanidad Dagor Ab...
Comentarios