LA DESPECHADA (Foto: "Caracola" Acrílico sobre tela por Patricia Velasquez de Mera. Filadelfia, 1999) Abrí mi cartera y encontré que el espejo de maquillarme se había roto. Mi cara se veía cuarteada, como si los pedazos de vidrio realmente reflejaran la furia del tiempo… Me perseguía un dolor insoportable, buscaba desaparecer, todo pasó tan rápido. Corrí sin rumbo a velocidad inverosímil. Me elevé en el aire y mientras volaba me brotaban alas que se derretían con la luz del sol. Caí de bruces en el bosque de los recuerdos, una suerte de valle atestado de árboles desnudos con los brazos levantados. Me paré como pude, lo busqué desesperadamente, preguntando aquí y allá por él, mostrándoles su foto pero ningún árbol lo conocía o a ninguno le importaba su paradero. Al final del valle había una montaña y supe que estaría ahí. Entré pisando fuerte, por si acaso, y lo vi durmiendo sobre un charco de mentiras. No me importó, me acerqué sin preámbulos y reconociendo mi olor, sin abri...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor