Hay alguien cuya gracia me inspiraba. Parecía volar en sencillez. Era natural y fresca, llevaba un brillo de estrella encendido en la mirada. Su encanto era de otro mundo, su sonrisa era de niña, transparente, delicada. Volaba como paloma, como rosa caminaba. Era frágil porque el viento la eligió para ser hada. Pero ella no lo entendió. Y creyó que era perfecta. Se despojó sin temores de su traje de humildad y perdió todo el hechizo que su figura emanaba. Hoy casi camina de espaldas, de su sombra está enamorada. Se mira con tal insistencia que olvida en su inocencia que el espejo siempre engaña, que vemos lo que queremos que nos deleite en pantalla. La arrogancia empaña todo, es madre de la distancia. De lejos todo es pequeño, los planetas, los cometas, hasta el sol, para ser clara. Dagor
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor