Es hora de que entendamos en forma colectiva que nuestra dignidad, la de todos, nace del estricto respeto a la dignidad ajena. Es hora de que pensemos qué vamos o construir o qué vamos a destruir, antes de hablar o de actuar. Si no nos hemos dado cuenta, el verbo es un boomerang que retorna y nos golpea con la misma fuerza con que lo lanzamos. La historia que vive el Ecuador es profundamente crítica y el tiempo se acorta para lograr un diálogo. Con comentarios hirientes y proponiendo soluciones absurdas, lo único que estamos haciendo es echar más leña al fuego en lugar de ayudar a apagarlo. A menudo, manoseamos palabras con sorprendente irresponsabilidad, herimos a familias enteras, sean de izquierda o de derecha, insultamos públicamente, asaltamos verbalmente a quien no comparte nuestro criterio o no nos hace un favor. Solemos mancillar la dignidad ajena pero lloramos cuando tenemos que responder por nuestras palabras abusivas. No nos tiembla la mano a la hora de convertirnos en juec...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor