Muchos piensan que la violencia se divide en dos, la real y la ficticia. Millones se divierten a diario leyendo libros de mentes sanguinarias, o se deleitan en la contemplación de películas diabólicas. Los grandes ídolos de barro son esos productores y directores de cine, a quienes les hemos llenado los bolsillos de poder y dinero por atacarnos sin tregua con sus historias torcidas, cuyo desenlace siempre tiene que ver más con la fuerza que con la razón. Uno de los primeros regalos que recibe un hijo varón es una pistola de juguete. Hay tantos que creen que una guerra, cualquier guerra, con el pretexto que fuere, es justa y hasta necesaria. Nos hemos acostumbrado a desayunar, almorzar y cenar con el sonido ensordecedor de matanzas y explosiones, que la televisión nos brinda al granel. Qué caro está pagando el hombre estos errores. Con qué ejemplo y con qué derecho podemos enseñarles a nuestros hijos y nietos la palabra paz? Si nunca la hemos entendido, si languidece, si cae en desuso ...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor