Añorado Reloj: Te escribo desde muy lejos para que sepas que estoy en pie de lucha, que mis más cercanos aliados, la pluma, el cuaderno y el lienzo, no te han olvidado y nos hemos declarado en asamblea permanente… Antes de proseguir con el tema de interés, debo comentarte que mientras redacto esta carta, las voces de la lluvia helada golpean el vidrio de mi ventana. Cada gota viste su traje transparente que le roba luz a las lágrimas y lágrimas a la luz. La nieve en cambio ha anunciado el retraso de su visita por motivos de fuerza mayor. Después de todo, ella, como la lluvia, vive y muere supeditada a la fuerza y el talento del viento, ese insuperable director de orquesta que permite la sincronía encantada en la caída de cada uno de sus copos… Al otro lado del mundo, donde la mitad de mi corazón habita irremediablemente, estás tú, figura descollante y legendaria, con tu tic tac inolvidable golpeando el vidrio de las lunas de mis lentes y derritiendo en gotitas de nostalgia, el horizont...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor