yo vi brotar margaritas de tus manos te vi contando sus pétalos dorados tratando de aguantar el tiempo a solas y el tiempo hizo pedazos tu regazo te pinchabas los dedos por amor surciendo nomeolvides y pesares remendando camisas y fracasos comprando en el mercado del perdón los inviernos pasaron por tu barrio en la casa de tu piel se abrieron paso el dolor implacable y taciturno se instaló en el laberinto de tu ocaso tus cerros de ternura se arrugaron tu pecho se hizo cóncavo y sombrío en las convexidades de tu espalda hicieron su festín las soledades una tarde cualquiera sin aviso te cerraste a los recuerdos de la vida caminando del cuarto a la cocina sin recordar tu nombre ni tu espacio en silencio te mirabas al espejo llorando sin saber por qué lo hacías te convertiste en péndulo en molino en ola en abanico en escalera dejaste de ser tú pero lo eras niña de ochenta primaveras sonríes como una quinceañera como copo de nieve como sol te entiendes con la lluvia como grillo gorjea...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor