se levanta el telón de la vida/ de una vida extraordinaria/ los ojos apuntan todos/ al hombre que ya no está/ mientras habla su cuaderno/ la sala crece en recuerdos/ suspiran las cuatro esquinas/ del teatro del más acá// el público que extasiado/ aplaude sin saber por qué/ de pronto se queda callado/ cuando se apagan las luces/ y se vuelven a encender/ para dar paso al elenco/ que sin haber actuado/ hace una venia profunda/ como en un pacto sarcástico// bajo un sol de candilejas/ la soledad y un sombrero/ dos sillas y un vaso de agua/ tras bastidores silencio/ sobre las tablas su estela/ que se quedara atrapada/ por amor y convicción/ entre sudor y repasos/ entre risa y añoranza/ bambalinas y azulejos// cuánta ironía en su verbo/ cuando el hombre empieza a hablar/ por favor cuánta elegancia/ la gente mira extasiada/ el escenario vacío/ al mismo tiempo repleto/ Pipo caminando en círculos/ con su mirada infinita/ con su ternura de ensueño// lleva algo entre sus manos/ pero qué tiene...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor