Acariciar mis pinturas para que no se sientan solas, revisar mis libros para que sepan que alguien los escucha, es un ritual necesario para no dejar morir el otro yo que me habita irremediablemente, aquel que únicamente se asoma a la ventana en noches de luna o en domingos de paz... El resto del tiempo, con la puerta cerrada a mi quimera azul, me convierto en lo que no soy pero que he aprendido a manejar muy bien para poder seguir caminando por el mundo. © Dagor
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor