Te veo llegar con tus zapatos de pasadores rosados, con tus blusas salpicadas por estrellas de colores, con tu alegría contagiosa y ese swing despreocupado que has adoptado últimamente.
Me miras con ternura, pareciera que lees mi pensamiento, sobre todo ahora que no necesitas empinarte para meterte en mis ojos
Cómo has crecido, asumo que tu corazón también se ha expandido a juzgar por las miradas románticas con que acaricias la ventana o por las sonrisas a solas, esas que todos conocen pero que sólo tú comprendes.
Una tarde llegaste a contarme que tenías novio. Me quedé de una pieza, mentalmente empecé a revisar mi cuaderno de apuntes, mismo en el que había guardado las respuestas que mi madre me diera en ocasiones similares. Pero al abrir la página encontré que estaba en blanco. Fue cuando comprendí que nunca se me ocurrió hablar con mi madre de estas cosas.
A todo esto, me mirabas sin pestañear, como queriendo arrancar el comentario clave que se me hacía nudo en la lengua porqu...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor