La Cardenal(a) Ese día llovió tanto que la gente salía en bañeras por las calles. Yo me armé un barquito de papel y me subí en él, lápiz en mano, lápiz remo recorriendo con placer cada paraguas, cada impermeable, cada chico travieso tirando piedritas desde los balcones de las casas. Cuando terminé el dibujo, hice una bola con él y me lo llevé a pasear por debajo de la lluvia. De tanto remojarnos, yo me enfermé y la bola de papel se deshizo. Esa noche, entre fiebre y dolores de cuerpo, soñaba con una dama vestida de rojo que casi se ahogaba y a quien rescataba de la muerte antes del último suspiro. En el sueño, la dama me pedía que leyera la carta. Me desperté sedienta en la madrugada y en el reflejo del espejo pude ver que la lluvia caía aún pertinazmente sobre Nueva Orleáns. Amanecí mejor. Al fin las nubes se habían alejado y el sol calentaba el barrio. Desde la ventana me imaginaba que estaba en Venecia, que había viajado a festejar el carnaval en góndola. Lo cierto es que aunque me ...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor