Mañana radiante de domingo, el sol besa la cortina y me levanta. Me desperezo despacio mientras desde algún techo, una rama, un escondite, una quimera, algún ave emocionada canta. Bajo las escaleras descalza, la luz que se filtra furtiva por la ventana de la sala, besa la guitarra de mi padre y ella, al descubrirme, me abraza… Casi puedo escuchar sus cuerdas que me hablan. En dónde estás que no sea en mi piel, en los mapas del ayer, en la mirada de mis hijos, en mi corazón, en tus poemas y enseñanzas, si cada paso que doy me acerca más a tu esencia, a la majestuosa sencillez de tu discurso de vida, Padre? © Dagor PVV
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor