Ella es de todos aunque a nadie le pertenece. La sentimos tan cerca pero habita tan lejos. Nos enamora con su luz a pesar de que si no fuera por el sol, no podríamos verla. Es decir que de lo que le prestan, le queda para compartir con el mundo entero. Se multiplica, se divide, se suma, se resta, sin tener nada y sin pedir nada a cambio. Es la luna… De cualquier manera, se las arregla para brillar aunque sea en nuestros sueños y canciones, porque aunque algunas noches no llega a la cita, sabe que la buscamos, que le escribimos versos, que la sentimos palpitante al pie de nuestra ventana; de todas las ventanas. Los coyotes le gritan que baje, los búhos se juran amor bajo sus rayos platinados, los amantes le cuentan sus secretos. Y es nuestro mayor anhelo poder alcanzarla cuando al fin nos despojemos de nuestro traje terrenal. Con seguridad, habrá fuego encendido en la chimenea de alguno de sus cráteres, para entibiarnos las manos cuando lleguemos del largo viaje. Linterna universal es...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor