ella era breve como esas flores tímidas bañándose sin luz sobre los campos mágicos nunca antes depilados y aunque vivía sepultada en profunda oscuridad él la miraba extasiado él era fuerte y romántico como un tamarindo frondoso que no abandona a su viuda mientras ella se pasea llorando su soledad habitaban aislados un mundo milenario donde el alimento diario era el amar por amar del vientre de ella subía una estela de incienso que olía a joyas del mar sus ojos ya no estaban en su lugar las cuencas profundas de su espíritu serenas habitaban él la acunaba sin tiempo en la alcoba subterránea tejida a punta de semen de restos de caracoles lazos de escamas antiguas fuego de piedras sin par allí después de miles de años entre espejitos de nácar peinaba sus cabellos lacios lavaba su cara con tierra paraba el tiempo en sus brazos habitando por siempre en su regazo allí donde nada los quemaba los despertaba los perturbaba jugaban entre raíces de ceibos encantados y en las esquinas secretas don...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor