La niñez es un soplo de inocencia y energía. Como resultado de ello, en la adolescencia nos convertimos en una especie de motocicleta corriendo a altas velocidades, muchas veces sin saber a dónde vamos. Al llegar a la juventud parqueamos la moto y nos introducimos en un laboratorio de ideales. En menos de lo que canta un gallo, se aparece “la madurez”, misma que debe ser opcional, ya que algunos optan por ella mientras otros no se interesan en alcanzarla. Finalmente, aunque insistamos en saltarnos la madurez, arribamos a la vejez, suma de todo lo vivido, prolongada exhalación de sabiduría. El viejo es capaz de caminar sin bastón y casi a ciegas, puede disfrutar de un baile sin un ay aunque cargue todas las enfermedades acumuladas en su cuerpo, y logra guardar silencio en medio de ruidos, superficialidades, atropellos, injusticias y abandono. El viejo busca el horizonte con gracia y su palabra casi siempre es una sentencia, se aleja sin prisas pero al hacerlo ya no piensa en él, desea q...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor