Hace unos meses, tuve la desafortunada oportunidad de leer un artículo cuyo autor ni siquiera recuerdo, quien aseguraba que “aquel que no lee, no sabe pensar”, o algo por el estilo. En esa nota, el orden de los factores sí alteró el producto. Al menos en el título. En primer lugar, se aprende a pensar antes que a escribir y a escribir antes que a leer. En segundo lugar, todo el mundo es capaz de pensar, analfabeto o no. Ese factor no pega en la frase. Las excepciones que confirman la regla, se deben a problemas congénitos o adquiridos. Nadie carga la mente en blanco, a no ser que esté desmayado, loco, absolutamente enfermo o muerto. No es justo que por no saber cómo explicar la importancia enorme de la lectura, se eche mano a una frase que debe haber sido mal traducida de algún escrito en otro idioma. Conocemos grandes compositores ecuatorianos y de otras latitudes, que apenas sabían leer pero que escribieron poemas, canciones que todos sentimos como propias, y que si...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor