Por un camino de ceibos vuelvo a la infancia, entre las ramas verde esperanza de los árboles, se asoma incandescente una estrella que me guía. Es Marte, el planeta, pero yo no lo sé. Lo único que sé es que el astro ilumina mi sendero, que avanzo confiada. Miro extasiada la estrella y creo ver en ella una imagen conocida: tres personas, un hombre, una mujer, un niño. La Sagrada Familia -digo-, mientras me persigno emocionada. Había apretado el paso porque tenía temor de la oscuridad, ahora respiro aliviada disminuyendo la velocidad, me deslizo sin prisa para gozar de ese espectáculo que imagino solamente mío. Asumo que si no fuera por las tinieblas, no habría manera de apreciar el prodigio de la luz. Milagro! Todas las penas del camino pasan velozmente por mi mente como una película y van quedando atrás. Pero ni el recuerdo de los episodios más tristes de mi vida logra entristecerme. Siento paz, deseos de apretar ahora si el paso, arribar pronto a la meta, emprender una nueva jornada s...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor