Domingo placentero. Esta tarde el clima fue perfecto en la estancia de Dagor. El cuaderno prometía visitar paisajes épicos. Las aves bohemias descansaban de sus excesos nocturnales entre árboles cómplices y la promesa de un crepúsculo cercano. Los gatos del barrio guardaban silencio y energías para la noche. Pero el pincel y la pluma estuvieron parcos a pesar de la bonanza del día. Libres como el ave que los transporta en su vuelo mágico, sentían desde lejos la incertidumbre que oprime a otras plumas, mientras algunas se han dejado seducir por el indiscreto y avasallador encanto de la dictadura. Dagor esperaba involucrándose en gestiones cotidianas, los seguía de puntillas con la esperanza de que en algún momento se armaran de fe, de valor, giraran hacia un punto de luz, y se encontraran de cara al sol con la libertad, esa diosa multicolor e indestructible que siempre está allí, esperando por todas las miradas, aunque a veces se oculte tras la cortina de humo de audaces tiranías. Pe...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor