Desde la belleza gris de tus barrios marginales, los rascacielos lejanos parece que se besaran con las nubes en el aire. Y desde el cerro Santa Ana, eres mosaico de casas multicolores que vibran arrimadas una a otra, a orillas del río Guayas. Desde los edificios, Guayaquil, niña con canas, te ves inmensa, intensa, tocando con manos de hada el infinito pañuelo de mis añoranzas. Mestiza de verbo y raza, candente como tus plazas, te derrites al medio día y de noche te repones entre hechizos de luciérnagas y brujerías de ranas. Tu voz es la voz del agua. Y del coro de manglares y de esteros del pasado, se escucha un largo gemido, como un eco de nostalgia, de conchas llenas de nácar que perdieron su morada. En tiempo de carnaval ruedan lágrimas del cielo, la calle plagada de baches semeja un mapa de lagos,cristales como espejos cuando el sol los ilumina, hoteles para grillos cuando la luna los caza. En época de verano, los niños con zapatos nuevos suben al bus y el bullicio acaricia la ma...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor