Hoy salí a caminar calle abajo. El ruido primaveral de unas aves me atrajo y lo seguí. En un sendero distinto al que suelo recorrer, las encontré revoloteando en una fuente de agua, compartiendo su alegría. Al sentir mi cercanía, se levantaron en vuelo rápido. Huyeron. Seguramente se ubicaron entre los árboles frondosos a esperar que me retirara para volver a su algarabía. Me asomé a la fuente y vi mi rostro al fondo de la misma. Debo confesar que me detuve a contemplarme por un buen rato. En ese momento confirmé que mis días estaban contados. Me di la vuelta toda consternada, y para mi sorpresa, tropecé con los pájaros que habían retornado a decirme con su silencio que en realidad, todos tenemos los días contados. Ellos también. Las aves me miraron hondamente, solemnemente y se abrieron a mi paso graciosamente. Pero no fue hasta que estuve de nuevo en mi ruta cotidiana, que volví a escuchar su gorjeo maravilloso. Pisé con fuerza y emprendí el regreso a casa para abrazar a mis pl...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor