La grácil Princesa del Mar, Guayaquil, está de fiesta. Cierro los ojos y retorno emocionada a los ventanales de la casa de mi niñez. El cielo azul de nuestra ciudad, juega alegre con las nubes de un blanco inmaculado, como si nuestra amada bandera se repitiera volando alto, muy alto, hasta llegar al infinito para no ser alcanzada por piratas o enemigos gratuitos de nuestro puerto. © Dagor
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor