(Foto de la portada: "Y2K" Pintura al oleo por Patricia Velasquez de Mera, New Orleans, 1997)
La primera vez que volví a pasar por donde un día estuvieron las torres gemelas, la zona cero de New York después del ataque terrorista, una sensación de impotencia flotaba en el ambiente enrarecido por el humo aún latente. Traté de escuchar el silencio dejado atrás por los miles de muertos en la horrenda pira, pero… no pude. Era como si el eco de esa horrible mañana no parara de ulular en todos los idiomas… Apreté el paso, la mañana era fría, y aunque el sol resplandecía, no se hacía sentir… Miré alrededor y todos teníamos lágrimas en los ojos. Claro, sólo unos días atrás el mundo entero lloraba ante sus televisores por la estampida cobarde que se llevó miles de vidas, quién sabe a dónde…
Hoy es 11 de Septiembre, otra vez… el tiempo ha corrido como si nada hubiera cambiado. La luna sigue girando alrededor, peinándose en los espejos del Hudson cuando las nubes se lo permiten. El tren subterráneo se pasea obstinado de estación en estación tratando de que las cuentas cuadren, cuando en realidad hay miles de boletos de retorno que se quedaron en el limbo, que se convirtieron en pasaportes al infinito…
Dónde encontrar un escondite para guardar en un abrazo a toda la humanidad?
para consolarla entre las alas de un poema y que pueda volar en libertad?
entre el verano y el otoño del año 2001
alguien sembró el terror en Nueva York
una mañana tranquila
el mundo al fin entendió
lo que es globalización
espectadores terrícolas
recibieron un mensaje
frente a su televisor
las mujeres en sus casas
a miles de millas lejanas
oraban con añoranza
mientras que su corazón
gemía en premonición
mi hijo era un inmigrante
cualquier nacionalidad
alguien que llegó a Manhattan
buscando oportunidad
las sirenas rugieron
pulularon los héroes
desataron sus alas
los ángeles buenos
que nunca descansan
con trajes de polvo
rescataron del humo
mujeres espantadas
hombres sin aliento
despojos sedientos
de justicia y calma
las novias se esfumaron
en trajes de fuego
transparentes mágicas
en ágora de humo
sin velo y corona
sus miradas tiernas
luminosas plenas
fueron calcinadas
se purificaron
en rito imprevisto
de manos satánicas
las ánimas volaron
vestidas de aves
confundidas en el aire
con el humo
que inocente pasaba
diluyéndose en el viento
con sus proyectos
de comprarse
luego de tantos sudores
UNA CASA
sueño americano
sacrificio estéril
cuatro mil cabezas
sin raza sin nombre
sin sexo
víctimas fortuitas
de las circunstancias
desvestidos todos
de arrogancia mundana
sin piel sin zapatos sin luz
sin mañana
los cadáveres
detrás del sueño
se saludaban
confundiendo su aliento
que ardía entre las brasas
consolándose sin rencor
sin testigos
sin morbo
sin reporteros impúdicos
que filmaban la caída de sus cuerpos
desde edificios en llamas
el olor a muerte
se extendió inclemente
por entre las casas
se filtró en la sopa
entre rascacielos
recordando al mundo
que somos materia
maquillaje en llaga
solamente piel
de la indestructible
estructura del alma
tambores redoblaron
se pusieron de pie
todas las campanas
los demás quedamos
derretidos en lágrimas
besando las fotos
tomadas en días
de inocencia y gracia
los sobrevivientes
como en danza trágica
volvían a zona cero
buscando los restos
de caras amadas
vecinos parientes
simples conocidos
pan de la desgracia
han pasado días
desde que el infierno
se subió a las torres
a desintegrarlas
bomberos sedientos
viejos espantados
caminan las sombras
de una gran manzana
no hay lugar seguro
ni siesta ni pasta
sólo la certeza
de una muerte rápida
inclemente
extraña
entre el verano y el otoño
del año 2001
alguien sembró el terror
entre la raza humana
alguien que no comprendió
que un disparo al corazón
no es un disparo al alma
© Patricia Velasquez de Mera
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Manena