Susana Enriqueta Triviño i Triviño
REQUIEM POR UNA MAESTRA
llegaba puntual
extendía el silabario sobre la humilde mesa
y hurgando en su maleta
como en arte de magia
saltaba al escenario la libreta
tomados de su mano
los niños recorrieron
ese mundo infinito
que se esconde en los libros
que les cambia la vida
que les nutre la senda
trazando jeroglíficos
jugando en la pizarra
los pupilos traviesos
dibujaron las letras
nacieron las palabras
crecieron los poetas
cada niño era un nombre
no un número sin alma
en el corazón de La Maestra
las madres agobiadas
descifraron sus cuitas
compartieron recetas
cocinaron sus guisos
enjugaron sus lágrimas
al pie de La Maestra
disfrutaba del mar
de las flores
del campo
mas pensando en sus niños
se metía en el bolsillo
el paisaje y la luna
y volvía a la escuela
trayendo en sus historias
las olas y los grillos
el sol y las cometas
cada graduación
delataba a la madre
palpitando en el pecho
de Lico, La Maestra
ver partir a sus hijos
en busca de una estrella
la hacía rememorar
sus propias epopeyas
el tiempo fue pasando
miles de niños abrieron
sus alas junto a ella
herida por el tiempo La Maestra
un día se retiró
a contemplar las aves
desde una enredadera
de plantas pesares y dolencias
y le tocó escribir
entre lágrimas gruesas
el último capítulo
de su propia libreta
hoy se fue a descansar
en un banco del cielo
y a la sombra de un árbol
tendrá un largo recreo
en lugar de la siesta
se marchó a continuar
su tarea de amor
en las aulas de un pueblo
en donde no la alcanzan
iniquidades necias
ni absurdos desconsuelos
una misa solemne
una rosa muy blanca
para su gris melena
un toque de silencio
para su amada escuela
repica el campanario
ha muerto La Maestra
© Patricia Velásquez de Mera
Febrero 12, 2008
REQUIEM POR UNA MAESTRA
llegaba puntual
extendía el silabario sobre la humilde mesa
y hurgando en su maleta
como en arte de magia
saltaba al escenario la libreta
tomados de su mano
los niños recorrieron
ese mundo infinito
que se esconde en los libros
que les cambia la vida
que les nutre la senda
trazando jeroglíficos
jugando en la pizarra
los pupilos traviesos
dibujaron las letras
nacieron las palabras
crecieron los poetas
cada niño era un nombre
no un número sin alma
en el corazón de La Maestra
las madres agobiadas
descifraron sus cuitas
compartieron recetas
cocinaron sus guisos
enjugaron sus lágrimas
al pie de La Maestra
disfrutaba del mar
de las flores
del campo
mas pensando en sus niños
se metía en el bolsillo
el paisaje y la luna
y volvía a la escuela
trayendo en sus historias
las olas y los grillos
el sol y las cometas
cada graduación
delataba a la madre
palpitando en el pecho
de Lico, La Maestra
ver partir a sus hijos
en busca de una estrella
la hacía rememorar
sus propias epopeyas
el tiempo fue pasando
miles de niños abrieron
sus alas junto a ella
herida por el tiempo La Maestra
un día se retiró
a contemplar las aves
desde una enredadera
de plantas pesares y dolencias
y le tocó escribir
entre lágrimas gruesas
el último capítulo
de su propia libreta
hoy se fue a descansar
en un banco del cielo
y a la sombra de un árbol
tendrá un largo recreo
en lugar de la siesta
se marchó a continuar
su tarea de amor
en las aulas de un pueblo
en donde no la alcanzan
iniquidades necias
ni absurdos desconsuelos
una misa solemne
una rosa muy blanca
para su gris melena
un toque de silencio
para su amada escuela
repica el campanario
ha muerto La Maestra
© Patricia Velásquez de Mera
Febrero 12, 2008