Nací un seis de marzo como la primavera de la tierra lejana que hoy es mi hogar, que desde mi ventana me permite atestiguar el milagro de la naturaleza cuando las aves regresan, cuando los niños corren en las veredas enterrando con sus zapatitos el frío del invierno, cuando vuelven las rosas al jardín para abrazarme con sus colores... para platicar.
Nací un seis de marzo, por eso como el invierno tropical soy de la lluvia, como los caballitos verdes de luz, canto mis cuitas en noches largas de soledad. A veces en mi cumpleaños el olor del humo de las velas me sirve de camino al pasado, la memoria olfativa me lleva al parque de la infancia, fotos archivadas en minúsculos espacios del cerebro que rebobinan encuentros con iguanas ardientes sonriendo a posteridad. Bailes de ranas, cantos de grillos, vuelos de salprieta escapando de un tubo para aterrizar en un chifle y terminar en mi paladar… Me regodeo en los tesoros de la memoria... tierra lejana que vibra en mis sienes, Guayaquil lecho de mis sueños, festejo contigo el privilegio de haber abierto mis ojos entre tu espacio, junto a tu río, bajo tus nubes, en tu regazo, frente a tu mar!
Seis de marzo, todos duermen, ya pasa mi día, hora de reflexionar, revivo a mis anchas el tránsito del vientre materno a la luz del mundo, el primer grito de independencia para presentarme ante el planeta con una bandera azul y blanco en la mano a firmar el compromiso de vida, ese sello revolucionario nacionalista, ese grito imparable en contra de la carta de la esclavitud, de cualquier tipo de esclavitud. Escribo entonces con cada paso mi propia misiva de libertad!
Guayaquil, mientras en las calles de mi ciudad la lluvia golpea con fuerza los pocos árboles que quedan en pie y los mosquitos se esconden a deliberar sobre la crudeza del invierno, desde ésta, mi otra patria, me asomo a la terraza a dejar caer sobre mi rostro las gotas heladas que reverdecen el paisaje dormido. Espero con honda consternación que ascienda el sol sobre el horizonte para enterarme a qué nivel subió el agua en el puerto lejano de mis amores, cuántas casas cayeron en los barrios pobres como consecuencia de la infraestructura enclenque sobre la que estaban asentadas; casitas de colores que asoman a mis cuadros como alegres flores silvestres cuando en realidad albergan miseria y dolor.
Ya se va el seis de marzo, un año duro en la libreta, copio en la agenda del 2008 lo que no pudo ser en el 2007 y miro hacia adelante con el pincel en la diestra. Después de todo, o antes que nada, marzo es Guayaquil, es revolución, es Olmedo, es Rocafuerte, Urbina, libertad, primavera, insectos alborotados, agua corriendo en las calles, pero por sobre todo es el mes de la mujer y todavía la prostitución no es un delito en mi país, todavía en el mundo hay velos que levantar, todavía están vigentes los reclamos y reflexiones de Simone de Beauvoir, de Esther Vilar. Todavía nos dejamos chantajear, exhibir, manipular, maltratar, usar como objetos de placer… Todavía tenemos tanto por hacer, por batallar, por negociar, por conquistar, por alcanzar!.
Patricia Velásquez de Mera
Nací un seis de marzo, por eso como el invierno tropical soy de la lluvia, como los caballitos verdes de luz, canto mis cuitas en noches largas de soledad. A veces en mi cumpleaños el olor del humo de las velas me sirve de camino al pasado, la memoria olfativa me lleva al parque de la infancia, fotos archivadas en minúsculos espacios del cerebro que rebobinan encuentros con iguanas ardientes sonriendo a posteridad. Bailes de ranas, cantos de grillos, vuelos de salprieta escapando de un tubo para aterrizar en un chifle y terminar en mi paladar… Me regodeo en los tesoros de la memoria... tierra lejana que vibra en mis sienes, Guayaquil lecho de mis sueños, festejo contigo el privilegio de haber abierto mis ojos entre tu espacio, junto a tu río, bajo tus nubes, en tu regazo, frente a tu mar!
Seis de marzo, todos duermen, ya pasa mi día, hora de reflexionar, revivo a mis anchas el tránsito del vientre materno a la luz del mundo, el primer grito de independencia para presentarme ante el planeta con una bandera azul y blanco en la mano a firmar el compromiso de vida, ese sello revolucionario nacionalista, ese grito imparable en contra de la carta de la esclavitud, de cualquier tipo de esclavitud. Escribo entonces con cada paso mi propia misiva de libertad!
Guayaquil, mientras en las calles de mi ciudad la lluvia golpea con fuerza los pocos árboles que quedan en pie y los mosquitos se esconden a deliberar sobre la crudeza del invierno, desde ésta, mi otra patria, me asomo a la terraza a dejar caer sobre mi rostro las gotas heladas que reverdecen el paisaje dormido. Espero con honda consternación que ascienda el sol sobre el horizonte para enterarme a qué nivel subió el agua en el puerto lejano de mis amores, cuántas casas cayeron en los barrios pobres como consecuencia de la infraestructura enclenque sobre la que estaban asentadas; casitas de colores que asoman a mis cuadros como alegres flores silvestres cuando en realidad albergan miseria y dolor.
Ya se va el seis de marzo, un año duro en la libreta, copio en la agenda del 2008 lo que no pudo ser en el 2007 y miro hacia adelante con el pincel en la diestra. Después de todo, o antes que nada, marzo es Guayaquil, es revolución, es Olmedo, es Rocafuerte, Urbina, libertad, primavera, insectos alborotados, agua corriendo en las calles, pero por sobre todo es el mes de la mujer y todavía la prostitución no es un delito en mi país, todavía en el mundo hay velos que levantar, todavía están vigentes los reclamos y reflexiones de Simone de Beauvoir, de Esther Vilar. Todavía nos dejamos chantajear, exhibir, manipular, maltratar, usar como objetos de placer… Todavía tenemos tanto por hacer, por batallar, por negociar, por conquistar, por alcanzar!.
Patricia Velásquez de Mera