CARTA A UNA JOVEN MADRE
Me escribiste para comentarme que tuviste un sueño que no podías descifrar, recibiste de tu padre una carta en blanco. Al leer tu confidencia sentí la fuerza arrolladora del mensaje de ese acto de amor inmortal. No sé si tu papá estará atento a lo que ocurre en tu vida de la misma forma que lo hubiera hecho si estuviera vivo, mas es evidente que su espíritu te ronda y no te olvida, que su energía se filtra como en arte de magia por tus párpados cerrados, que te hace soñar encendiendo la luz de tu corazón con ternura.
Quizá no viste bien pero en algún rincón del papel debe haber habido una estrella de fe que te está legando para que continúes la senda sin desmayar, por más pesado y duro que sea el sendero. Tu padre te propone en silencio un mundo de opciones por las que únicamente tú puedes transitar; se proclama mudo testigo de tus decisiones, te bendice aunque triunfes o fracases, te recuerda que cada uno de nosotros recibe su carta al nacer, misiva que constituye la vida misma, como si se tratara de un cheque en blanco con el que hacemos lo que podemos, o mejor dicho, lo que queremos. El se llevó su misiva en sobre lacrado el día de su muerte. Me lo imagino viajando documento en mano, mirando hacia atrás, como cuando nos alejamos de una playa hermosa en la que dejamos un castillo de arena inconcluso. Cuando la marea sube, el castillo se va con el mar. Había llegado su hora pero eso no significaba que no te amara, que no sufriera por dejarte chiquita y se ha demorado mucho tiempo en escribirte porque en el más allá no hay relojes, se ama siempre, pero quizá te lo recuerda ahora que vas a ser madre por quinta vez. Quizá él que fue padre doce veces, sabe que cada hijo es un tesoro que requiere de extremo y minucioso cuidado. Entonces, quiere transmitirte su fortaleza para que no flaquees, para que nunca sientas soledad en la lucha porque él te vela desde su banco de cristal en un parque, más allá del horizonte.
Muchas veces me has platicado que te hubiera gustado conocerlo más, aprender más de él, pues estoy segura de que si hubiera podido elegir, tu papá se habría quedado a cuidar de cerca tus pasos, aunque de ninguna manera habría podido escribir en tu carta porque no hay tinta que pinte en destino ajeno. Conociendo a tu padre, me atrevo a asegurarte que quiere decirte que tienes un mundo por delante del que debes hacerte cargo porque no habrá milagro capaz de hacerte avanzar si no lo haces independientemente. Esa fue su bandera. Por qué no haces un esfuerzo y la ves flameando junto a su firma?
La fuerza no está en la salud, en el conocimiento, en la belleza superficial, en las riquezas materiales, ni siquiera está en el amor que recibimos de los demás. La fuerza está dentro de cada uno de nosotros, dentro de ti y debes tomar la misiva como un mapa hacia tu propio corazón. Ahí reside el gigante que te llevará de la mano a la conquista de este planeta bello y difícil que tenemos la prerrogativa de habitar.
La carta que recibiste es un secreto que tu padre te confió, es su pócima, un extracto de su búsqueda permanente de la verdad, su sacrificio, su pasión por la justicia, la forma en que buscó y encontró valor y poder para dedicar su vida a servir a los demás.
Patricia
Me escribiste para comentarme que tuviste un sueño que no podías descifrar, recibiste de tu padre una carta en blanco. Al leer tu confidencia sentí la fuerza arrolladora del mensaje de ese acto de amor inmortal. No sé si tu papá estará atento a lo que ocurre en tu vida de la misma forma que lo hubiera hecho si estuviera vivo, mas es evidente que su espíritu te ronda y no te olvida, que su energía se filtra como en arte de magia por tus párpados cerrados, que te hace soñar encendiendo la luz de tu corazón con ternura.
Quizá no viste bien pero en algún rincón del papel debe haber habido una estrella de fe que te está legando para que continúes la senda sin desmayar, por más pesado y duro que sea el sendero. Tu padre te propone en silencio un mundo de opciones por las que únicamente tú puedes transitar; se proclama mudo testigo de tus decisiones, te bendice aunque triunfes o fracases, te recuerda que cada uno de nosotros recibe su carta al nacer, misiva que constituye la vida misma, como si se tratara de un cheque en blanco con el que hacemos lo que podemos, o mejor dicho, lo que queremos. El se llevó su misiva en sobre lacrado el día de su muerte. Me lo imagino viajando documento en mano, mirando hacia atrás, como cuando nos alejamos de una playa hermosa en la que dejamos un castillo de arena inconcluso. Cuando la marea sube, el castillo se va con el mar. Había llegado su hora pero eso no significaba que no te amara, que no sufriera por dejarte chiquita y se ha demorado mucho tiempo en escribirte porque en el más allá no hay relojes, se ama siempre, pero quizá te lo recuerda ahora que vas a ser madre por quinta vez. Quizá él que fue padre doce veces, sabe que cada hijo es un tesoro que requiere de extremo y minucioso cuidado. Entonces, quiere transmitirte su fortaleza para que no flaquees, para que nunca sientas soledad en la lucha porque él te vela desde su banco de cristal en un parque, más allá del horizonte.
Muchas veces me has platicado que te hubiera gustado conocerlo más, aprender más de él, pues estoy segura de que si hubiera podido elegir, tu papá se habría quedado a cuidar de cerca tus pasos, aunque de ninguna manera habría podido escribir en tu carta porque no hay tinta que pinte en destino ajeno. Conociendo a tu padre, me atrevo a asegurarte que quiere decirte que tienes un mundo por delante del que debes hacerte cargo porque no habrá milagro capaz de hacerte avanzar si no lo haces independientemente. Esa fue su bandera. Por qué no haces un esfuerzo y la ves flameando junto a su firma?
La fuerza no está en la salud, en el conocimiento, en la belleza superficial, en las riquezas materiales, ni siquiera está en el amor que recibimos de los demás. La fuerza está dentro de cada uno de nosotros, dentro de ti y debes tomar la misiva como un mapa hacia tu propio corazón. Ahí reside el gigante que te llevará de la mano a la conquista de este planeta bello y difícil que tenemos la prerrogativa de habitar.
La carta que recibiste es un secreto que tu padre te confió, es su pócima, un extracto de su búsqueda permanente de la verdad, su sacrificio, su pasión por la justicia, la forma en que buscó y encontró valor y poder para dedicar su vida a servir a los demás.
Patricia