LA MUSICA SALVA AL MUNDO, cuadro por HAMILTON VELA COBO Cuando las imágenes se sobreponen pero no se imponen las unas a las otras porque todas encuentran un espacio en el mismo espacio, pareciera que estamos hablando de un imposible. Acostumbrados al concepto de lo finito, al límite de lo físico -que en realidad no es más que la frontera a la que relegamos nuestra capacidad de raciocinio-, ni siquiera nos planteamos la quimera artística de ángulos descansando sobre ángulos en un mismo eje, de paredes invisibles erigiéndose entre las visibles, de colores que no se juntan porque encuentran la manera de coexistir sobre un lienzo o un trozo de papel. Hace mucho tiempo, allá por la lejana adolescencia me regalaron de un dibujo y lo mandé a enmarcar, pero era tan hermoso que el dueño de la tienda se lo robó. Así de simple y doloroso. Se trataba de unas botellas de colores intensos que bailaban y al mismo tiempo posaban inertes sobre la superficie imaginaria, todas revueltas pero sin perder ...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor