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EL CREDO DE UN MENDIGO

nuestros cabellos largos
retorcidos por el peso del polvo y del rechazo
brillan bajo el relámpago del sol al despertar
aunque el mundo se empeñe en ignorarnos

danzando sobre nuestras sombras levantémonos
esqueletos entrelazados surgiendo de edificios de cartón
monstruos que aterrorizamos
vigilantes sucios de la noche
durmiendo uno sobre otro

al parecer
les damos asco

recaderos de peste y pena
candidatos a muerte rápida
insolventes expulsados
del paraíso de los afortunados
pescando la lotería
en un basurero de barrio

hagamos sentir nuestro llanto!

marionetas desahuciadas
gritos de dolor clavados junto al templo
elevemos montañas de estiércol
plantemos nuestras raíces
en huecos de miseria
sobre la tierra prometida
para que los árboles nazcan cansados
para que los santos
no encuentren sombra a nuestro lado

protestemos!

no aceptemos limosnas
burdo engaño
que nos extienden como a perros
los transeúntes apurados
nosotros
sobras de desdén y olvido
viajemos sin fin
tumbo a tumbo
calle a calle
paso a paso
para seguir pateando con la verdad
las canillas rasuradas
de este mundo falso

caminemos
riendo en sus narices reencauchadas
castiguemos los ojos de los todopoderosos
de los magistrados implacables
de los políticos despiadados
de las mujeres de pechos prestados
de los comerciantes de seres humanos
untemos sus calles adoquinadas
con ese olor del que recoge
todo lo que ellos han botado

sigamos girando
invadiendo los parques
hagamos una banda
de locos asociados
como grillos trovadores
en lámparas del cementerio
toquemos la canción de la desesperación
hasta desquiciarlos o despertarlos

© Patricia Velásquez de Mera

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