Creíamos que la verdad se la podía dividir, nos atropellábamos al hablar… los argumentos se mezclaban con la risa, con el llanto… era la marea de la juventud. Hoy nos basta el silencio para entendernos… la bulla viene de otras voces y nos regocijamos en escucharlas. Entendemos que la palabra es indivisible, como la verdad… que la risa es breve, como la juventud… que el ruido del mar consuela, como el llanto… que el silencio es el altar de la vida, como Dios...(Dagor)
(Foto: "La Laguna" por Patricia Velasquez de Mera. New Orleans, 1998) 8002 Sycamore Llegó apurado, frotándose las manos. Apretaba el periódico del día bajo su brazo izquierdo. En la mano derecha, como de costumbre, llevaba un pan empacado en papel de cera. Hacía frío, pero también como de costumbre, no llevaba calcetines y sus canillas blancas como la nieve relampagueaban entre los mocasines y el pantalón. Depositó el pan sobre la mesa y se sentó de espaldas al salón, frotando sus manos una contra la otra por largo rato. Little Watch (relojito) apareció de algún rincón y moviendo la cola se le pegó a la pierna con familiaridad hasta que se escuchó el grito: Maldita sea! Ya me pasaste el puñado de pulgas. Se levantó agitado, abrió la puerta y Little Watch salió pitando por ella. Volvió sobre sus talones y se dirigió a la chimenea, prendió el fuego sin sacarse el abrigo y se metió en la cocina. Mientras pasaba café leía con interés el diario y tomaba con placer -como si aquello
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