No puedo decirte que te extraño porque el lugar donde duermes tiene esa paz que no disfrutaste en los últimos años de tu vida. Prefiero asumir que valió la pena perderte para que tu cuerpo descansara y para recuperarte de muchas maneras… Hoy por ejemplo, al pasar junto a tu retrato vi relampaguear la bandera en la solapa de tu chaqueta. Tu seguiste la dirección de mi mirada y con el brillo de la tuya abrazaste mi fe. No sé si hice bien pero en lugar de detenerme y decirte algo, seguí caminado, creyendo que hablaba sola, empacando regalos de navidad. Pero tu bajaste del balcón y me seguiste paso a paso sin interrumpirme. Entonces ocurrió algo mágico, una cajita navideña se abrió y su música se esparció por toda la casa. Sentí que me tomabas de las manos y empezamos a bailar “Noche de Paz” con intensa alegría.
Luego vino el silencio, volviste al balcón de tu foto, yo me senté junto al fuego de la chimenea y mientras adentro la leña ardía, afuera la nieve volaba de árbol en árbol sembrando amor.
Hemos trascendido la distancia impuesta por una lápida de cemento y el vidrio de un retrato. Han transcurrido diecinueve años desde que te fuiste y en mi solapa fue creciendo una bandera igual a la tuya. Yo también vuelo de árbol en árbol tratando de sembrar hermandad, de dar calor. A mi tampoco me asustan los arribistas, los todopoderosos, los que acumulan materia y siembran miseria, los que no cuidan la palabra como medio para ponernos de acuerdo y poder avanzar en armonía. A mi también me molestan y no frecuento a los engreídos que se creen elegidos para ser felices mientras el resto llora. A mi tampoco me importa que me crean lírico Quixote y pienso como tú que el doble discurso es estiércol con capa de oro.
A mi también me angustia la suerte que sigue corriendo la República, pero como tú, tengo fe en el hombre ecuatoriano y aspiro a que un día no lejano, despierte del letargo y el conformismo en el que está sumido.
Si volvieras a esta dimensión, desde tu trinchera, buscarías ese diálogo al que tanto le temen algunos políticos y periodistas que se despedazan a diario entre gritos, insultos y blasfemias buscando protagonismo, sin importarles sembrar el caos y la desunión entre ecuatorianos, permitiendo que pescadores a río revuelto asomen sus narices en la carrera por el poder, pero por el poder abusar y doblegar a la mayoría.
Ante este panorama desolador, peor que el que teníamos veinte años atrás, prefiero que no estés como todos nosotros, entre el fuego cruzado de bicéfalos de doble discurso pisándose los rabos.
Ya no te extraño porque vives en mi, hoy tu presencia es mucho más poderosa que antes, tu palabra siempre vigente, es mi libreta de apuntes y tu bandera en la solapa es mi bandera, Papá.
Patricia
Luego vino el silencio, volviste al balcón de tu foto, yo me senté junto al fuego de la chimenea y mientras adentro la leña ardía, afuera la nieve volaba de árbol en árbol sembrando amor.
Hemos trascendido la distancia impuesta por una lápida de cemento y el vidrio de un retrato. Han transcurrido diecinueve años desde que te fuiste y en mi solapa fue creciendo una bandera igual a la tuya. Yo también vuelo de árbol en árbol tratando de sembrar hermandad, de dar calor. A mi tampoco me asustan los arribistas, los todopoderosos, los que acumulan materia y siembran miseria, los que no cuidan la palabra como medio para ponernos de acuerdo y poder avanzar en armonía. A mi también me molestan y no frecuento a los engreídos que se creen elegidos para ser felices mientras el resto llora. A mi tampoco me importa que me crean lírico Quixote y pienso como tú que el doble discurso es estiércol con capa de oro.
A mi también me angustia la suerte que sigue corriendo la República, pero como tú, tengo fe en el hombre ecuatoriano y aspiro a que un día no lejano, despierte del letargo y el conformismo en el que está sumido.
Si volvieras a esta dimensión, desde tu trinchera, buscarías ese diálogo al que tanto le temen algunos políticos y periodistas que se despedazan a diario entre gritos, insultos y blasfemias buscando protagonismo, sin importarles sembrar el caos y la desunión entre ecuatorianos, permitiendo que pescadores a río revuelto asomen sus narices en la carrera por el poder, pero por el poder abusar y doblegar a la mayoría.
Ante este panorama desolador, peor que el que teníamos veinte años atrás, prefiero que no estés como todos nosotros, entre el fuego cruzado de bicéfalos de doble discurso pisándose los rabos.
Ya no te extraño porque vives en mi, hoy tu presencia es mucho más poderosa que antes, tu palabra siempre vigente, es mi libreta de apuntes y tu bandera en la solapa es mi bandera, Papá.
Patricia
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