Todo lo que soy y lo que tengo se fue forjando al calor de mis aciertos y mis errores.
La vida es como una montaña, llegar a la cima es imposible, apenas si alcanzamos altura cuando entre logros y fracasos coronamos algún anhelo y al celebrarlo, descubrimos que en realidad nos falta todo por conquistar. Somos tan pequeños… y demoramos toda una vida en darnos cuenta de ello! El tiempo cabalga sin parar por nuestra piel y nuestras venas mientras luchamos por objetivos no siempre trascendentes… y de pronto, nos ponemos viejos.
Hoy cumplo 60 años, razón más que suficiente para bucear en el libro del ayer y reconocer que la fortuna que el destino puso en mis manos, ha sido una de extraordinario valor. El único problema fue que leer entre líneas me trajo constantes dolores de cabeza. La vida no ha sido fácil pero ese ha sido mi premio. Nací, crecí y con seguridad he de morir gorda, razón más que suficiente para buscarme desde siempre algún atractivo que me permitiera hacerme un espacio y aceptación entre la gente en un mundo enloquecido con la belleza externa. Esta “desventaja” abrió mis ojos hacia el interior de las cosas, fue como un túnel a la literatura y con ello también se abrieron ante mi las puertas de un mundo de libertad intelectual que no cambiaría por nada de lo que pudiera ofrecer este planeta. Porque la única verdadera libertad es aquella que radica sin puertas ni ventanas en el pensamiento.
Como si ser gorda fuera poco, nací número seis entre nueve hermanos, lo que equivale a decir que nunca fui el centro del universo de mis padres, ni del de nadie. Por el contrario, siempre sentí que el hogar era una especie de fila interminable en la que había que pedir turno a sol y sombra para ser escuchado. Pero esa soledad me permitió aprender a ser paciente y poco a poco a ser independiente y a tratar de ser feliz a mi manera. Esa misma soledad me hizo buscar otros rostros, otros ojos y tratar de interpretar sus penas para comprender que invariablemente, cualquier pesar mío es mínimo comparado al que viven mis semejantes. Con esta observación absorví el dolor ajeno y tuve el privilegio de convertirlo en verso, algo así como transformar un relámpago en ave luminosa… Y ante mi sorpresa, ese dolor ajeno, no me ha debilitado como cuando me detengo a pensar solamente en el mío. Por el contrario, me ha fortalecido.
En el camino aprendí que por cada grano de arena que perdía, recibía otro grano de igual o más valor pero que era mi prerrogativa el persistir en encontrarlo sobre la playa de las oportunidades y hacerlo crecer para que no se lo llevara la marea.
De todo lo vivido, nada como el ser madre, no existe algo sobre el paisaje de la tierra que pueda reemplazar la sensación de éxtasis, de sorpresa emocionante, de plenitud, que he experimentado al encontrarme por primera vez con la mirada de cada uno de mis hijos. Solamente por eso, repetiría cada uno de mis pesares si al final la recompenza fuera volver a vivir ese placer celestial.
Hoy cumplo 60 años, es cierto… pero me siento igual que ayer. Nadie envejece de la noche a la mañana… Es probable que noten que paulatinamente empiezo a caminar más lento pero si lo hago es porque ahora valoro cada pisada. Si lo hago es para tratar de detener un poco el tiempo, para disfrutar mejor de las cosas que ayer casi no tenían significado en mi agenda y que hoy han cobrado un valor excepcional en la misma.
He notado desde que me salieron las canas que a veces la gente no me escucha y me pregunto si mi voz empieza a hacerse imperceptible o si es que las cosas que digo, son esas verdades que antes no quise aceptar de mis mayores.
Ultimamente me he dado cuenta de que a veces cuando me sumo en el silencio, nadie me interrumpe . Y lo agradezco porque entre las cosas que me provocan esos silencios, está la magia de revivir los mejores recuerdos del pasado.
Hoy cumplo 60 años, 21.900 noches con sus días. Y aunque me he esforzado trabajando de gong a gong durante mis días, puedo decir sin dudarlo que he producido y he sido más feliz durante mis noches. En la intimidad de mi taller, buscando la palabra que completara una idea, embadurnando un lienzo con cualquier ecuación gráfica, o simplemente cerrando mis ojos y soñando en total libertad, he sentido el llamado de la vida, mi auténtica razón de ser!
Hoy paso, de la noche a la mañana al grupo de los no desechables, de pronto cobro valor casi como un incunable, o como si fuera un plato antiguo, uno de esos que ponemos en la mesa dos veces al año pero que siempre luce bien en el puesto de honor. Como una medalla conmemorativa, con la diferencia de que soy un recuerdo viviente. Todo por culpa de las matemáticas, de las arrugas, de la ley de la gravedad, de los convencionalismos sociales, de la premura de la juventud por reemplazar al viejo… y todo esto es palabreo, excusas innecesarias. En realidad ingreso al grupo por culpa de las leyes biológicas.
Hoy, cuando la esperanza es un bastón de chocolate, cuando rezar empieza a convertirse en un diálogo auténtico con el más allá; hoy, cuando cada palabra va encontrando su posición ideal, cuando todo se va uniendo, eslabón tras eslabón, como un cadena de plata que me ata al infinito, al fin el orden que reclamaba mi abuela empieza a cobrar sentido. Es que todo espacio en el universo es breve y es prestado, entonces debo mantenerlo en condiciones prístinas para poder entregarlo en forma cuando la ocasión lo amerite y mis oportunidades se agoten definitivamente.
Hoy me acuesto más tarde y me levanto más temprano porque cada segundo cuenta. Hoy cumplo 60 años de amar y servir a mi familia con honor y responsabilidad, de darles a sus miembros todo lo que está a mi alcance para tratar de hacerlos felices y de recibir de ellos el calor de su presencia y su ternura como recompensa. Con eso me basta.
Como todos, he mentido, he fallado, he perdido, he fracasado pero en el balance dije más verdades que mentiras, acerté más de lo que fallé, gané más de lo que perdí, triunfé mucho más de lo que fracasé.
Entre las gemas de mi historia, encuentran lugar preponderante mis amigos. Ellos, que me han tolerado, que me hicieron reír, que me aceptaron como soy, que me permitieron acercarme, hermanarme a sus corazones, que me mostraron y demostraron el valor inigualable de la palabra lealtad, merecen sitio especial en mi libro de vida, un libro que sigue abierto al viento, al tiempo, al amor incondicional, a la búsqueda de la verdad compartida.
Raleigh, 6 de marzo de 2011
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La vida es como una montaña, llegar a la cima es imposible, apenas si alcanzamos altura cuando entre logros y fracasos coronamos algún anhelo y al celebrarlo, descubrimos que en realidad nos falta todo por conquistar. Somos tan pequeños… y demoramos toda una vida en darnos cuenta de ello! El tiempo cabalga sin parar por nuestra piel y nuestras venas mientras luchamos por objetivos no siempre trascendentes… y de pronto, nos ponemos viejos.
Hoy cumplo 60 años, razón más que suficiente para bucear en el libro del ayer y reconocer que la fortuna que el destino puso en mis manos, ha sido una de extraordinario valor. El único problema fue que leer entre líneas me trajo constantes dolores de cabeza. La vida no ha sido fácil pero ese ha sido mi premio. Nací, crecí y con seguridad he de morir gorda, razón más que suficiente para buscarme desde siempre algún atractivo que me permitiera hacerme un espacio y aceptación entre la gente en un mundo enloquecido con la belleza externa. Esta “desventaja” abrió mis ojos hacia el interior de las cosas, fue como un túnel a la literatura y con ello también se abrieron ante mi las puertas de un mundo de libertad intelectual que no cambiaría por nada de lo que pudiera ofrecer este planeta. Porque la única verdadera libertad es aquella que radica sin puertas ni ventanas en el pensamiento.
Como si ser gorda fuera poco, nací número seis entre nueve hermanos, lo que equivale a decir que nunca fui el centro del universo de mis padres, ni del de nadie. Por el contrario, siempre sentí que el hogar era una especie de fila interminable en la que había que pedir turno a sol y sombra para ser escuchado. Pero esa soledad me permitió aprender a ser paciente y poco a poco a ser independiente y a tratar de ser feliz a mi manera. Esa misma soledad me hizo buscar otros rostros, otros ojos y tratar de interpretar sus penas para comprender que invariablemente, cualquier pesar mío es mínimo comparado al que viven mis semejantes. Con esta observación absorví el dolor ajeno y tuve el privilegio de convertirlo en verso, algo así como transformar un relámpago en ave luminosa… Y ante mi sorpresa, ese dolor ajeno, no me ha debilitado como cuando me detengo a pensar solamente en el mío. Por el contrario, me ha fortalecido.
En el camino aprendí que por cada grano de arena que perdía, recibía otro grano de igual o más valor pero que era mi prerrogativa el persistir en encontrarlo sobre la playa de las oportunidades y hacerlo crecer para que no se lo llevara la marea.
De todo lo vivido, nada como el ser madre, no existe algo sobre el paisaje de la tierra que pueda reemplazar la sensación de éxtasis, de sorpresa emocionante, de plenitud, que he experimentado al encontrarme por primera vez con la mirada de cada uno de mis hijos. Solamente por eso, repetiría cada uno de mis pesares si al final la recompenza fuera volver a vivir ese placer celestial.
Hoy cumplo 60 años, es cierto… pero me siento igual que ayer. Nadie envejece de la noche a la mañana… Es probable que noten que paulatinamente empiezo a caminar más lento pero si lo hago es porque ahora valoro cada pisada. Si lo hago es para tratar de detener un poco el tiempo, para disfrutar mejor de las cosas que ayer casi no tenían significado en mi agenda y que hoy han cobrado un valor excepcional en la misma.
He notado desde que me salieron las canas que a veces la gente no me escucha y me pregunto si mi voz empieza a hacerse imperceptible o si es que las cosas que digo, son esas verdades que antes no quise aceptar de mis mayores.
Ultimamente me he dado cuenta de que a veces cuando me sumo en el silencio, nadie me interrumpe . Y lo agradezco porque entre las cosas que me provocan esos silencios, está la magia de revivir los mejores recuerdos del pasado.
Hoy cumplo 60 años, 21.900 noches con sus días. Y aunque me he esforzado trabajando de gong a gong durante mis días, puedo decir sin dudarlo que he producido y he sido más feliz durante mis noches. En la intimidad de mi taller, buscando la palabra que completara una idea, embadurnando un lienzo con cualquier ecuación gráfica, o simplemente cerrando mis ojos y soñando en total libertad, he sentido el llamado de la vida, mi auténtica razón de ser!
Hoy paso, de la noche a la mañana al grupo de los no desechables, de pronto cobro valor casi como un incunable, o como si fuera un plato antiguo, uno de esos que ponemos en la mesa dos veces al año pero que siempre luce bien en el puesto de honor. Como una medalla conmemorativa, con la diferencia de que soy un recuerdo viviente. Todo por culpa de las matemáticas, de las arrugas, de la ley de la gravedad, de los convencionalismos sociales, de la premura de la juventud por reemplazar al viejo… y todo esto es palabreo, excusas innecesarias. En realidad ingreso al grupo por culpa de las leyes biológicas.
Hoy, cuando la esperanza es un bastón de chocolate, cuando rezar empieza a convertirse en un diálogo auténtico con el más allá; hoy, cuando cada palabra va encontrando su posición ideal, cuando todo se va uniendo, eslabón tras eslabón, como un cadena de plata que me ata al infinito, al fin el orden que reclamaba mi abuela empieza a cobrar sentido. Es que todo espacio en el universo es breve y es prestado, entonces debo mantenerlo en condiciones prístinas para poder entregarlo en forma cuando la ocasión lo amerite y mis oportunidades se agoten definitivamente.
Hoy me acuesto más tarde y me levanto más temprano porque cada segundo cuenta. Hoy cumplo 60 años de amar y servir a mi familia con honor y responsabilidad, de darles a sus miembros todo lo que está a mi alcance para tratar de hacerlos felices y de recibir de ellos el calor de su presencia y su ternura como recompensa. Con eso me basta.
Como todos, he mentido, he fallado, he perdido, he fracasado pero en el balance dije más verdades que mentiras, acerté más de lo que fallé, gané más de lo que perdí, triunfé mucho más de lo que fracasé.
Entre las gemas de mi historia, encuentran lugar preponderante mis amigos. Ellos, que me han tolerado, que me hicieron reír, que me aceptaron como soy, que me permitieron acercarme, hermanarme a sus corazones, que me mostraron y demostraron el valor inigualable de la palabra lealtad, merecen sitio especial en mi libro de vida, un libro que sigue abierto al viento, al tiempo, al amor incondicional, a la búsqueda de la verdad compartida.
Raleigh, 6 de marzo de 2011
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Comentarios
EDUARDO
Gracias, Eduardo, abrazos en la Literatura!