Hoy el amanecer fue diferente. Abrí los ojos a miles de millas de distancia de mi casa y lo primero que hice fue recordar el año pasado cuando parte de la gallada llegó desde Ecuador a Raleigh para celebrar sin bombos pero con platillos, mi entrada formal al mundo de los viejos: mis sesenta!!!
Anoche nevaba en Portland, el frío se colaba por los rincones del abrigo, la gente caminaba encogida, los árboles se vestían de melena cana. Hoy, el día está soleado.
Cuántas cosas han cambiado en estos 365 días con sus noches. Cuántas vivencias han quedado atrás. Hasta la casa se va quedando vacía… Cuántos amigos partieron, cuántos poemas nacieron; entre ellos Emily y Elizabeth. Cuántas penas se superaron, cuántos libros se escribieron; libros virtuales, tangibles, libros de vida.
Lo bueno de estar viejos es que apreciamos el tiempo y que nos vamos quedando “sin pelos en la lengua”; que contamos los pasos, que hemos olvidado los malos recuerdos, que cuidamos las muelas; que todo lo vemos mejor, sin arrugas, sin polvo, sin grietas, gracias a la disminución de la potencia visual. Lo bueno de la vejez es que disfrutamos del silencio y apreciamos tanto la belleza cuanto la utilidad de un abanico. Lo bueno de la vejez es que entendemos que perdonar no es facultad humana pero errar sí lo es. Lo bueno de la vejez es que ya no vemos al horizonte simplemente como paisaje, sino como promesa de eternidad.
Hoy me despertó el trino de las voces de mis nietas, aves de gorjeos celestiales llorando por su biberón. El aroma de sus cabecitas y sus cuerpecitos suaves me llegaba como regalo de un cumpleaños sin parangón. El problema es que cuando tienes nietas gemelas nacidas hace 19 días y sus reclamos de alimentos son sincronizados y despiadados, en ese momento todo plan de celebración onomástica queda cancelado y el mundo empieza a girar desorbitadamente, empujándote al filo de la desesperación. No sabes si correr en todas direcciones en busca de un ala angelical o si sortear a cuál alimentar primero. Para tal cometido no tenía un dado, no encontraba una moneda para hacer sello o cara... me metí la mano al bolsillo como solía hacerlo en la niñez para con pena comprobar que ni siquiera podía contar con mi vieja perinola rosada.
Decisión salomónica, con una colcha les armé una especie de montañita y las coloqué frente a mí con sus rostros desesperados por el hambre. Con tres baberos armé un cerrito sobre sus pechos y voilaaaaaaa, a alimentarlas al unísono se había dicho.
Lo que hablé con ellas mientras sin ninguna compasión aniquilaban el contenido de las botellas, es asunto de estado pero les puedo asegurar que nunca olvidarán el día en que su abuela cumplió 61 años.
Una vez satisfechas y felices, Emily y Elizabeth volvieron a la cunita y yo me fui corriendo a la cocina. Me esperaba otro gran regalo “seismarcero”, mi torta de choclo! Por suerte, nadie había descubierto el tesoro escondido en la esquina más recóndita de la refrigeradora. La calenté como quien comete un delito, con un sigilo total para evitar ayudantes, y con una taza de café humeante me vine a mi puesto favorito en la casa de mi hijo, la esquina de la computadora.
Así voy celebrando lo que llamamos un año más, cuando en realidad no es otra cosa que un año menos. De cualquier manera, no hay marcha atrás y a pesar de todo, los viejos somos creativos y optimistas; solemos hacerles creer a los jóvenes que el futuro existe…
Hoy tengo cita con mis hijos que llegaron desde Raleigh para irnos de museo, de librería, de restaurante, de paseo por la orilla del río…
Hoy tengo planeado comer chocolate, escuchar voces amadas y lejanas en vivo y en directo, sin necesidad de acudir al psiquiatra después de los encuentros auditivos. Hoy, ahora mismo, levanto la cabeza y el tumbado parece un laberinto, como un espejo de lo vivido estos 61 años, girando vertiginosamente sobre mi corazón, mi cerebro, mi estampa. Vuelvo a mirar al tumbado y la decoración me sugiere dormir un poco más.
En dónde me sorprenderá el seis de marzo del 2013? S D S…
Viva el Seis de Marzo, viva la Revolución Marcista, viva el mes de las mujeres, viva mi cumpleaños!
Me abrazo, los abrazo…
Marzo 6 2012
DagorPVV
Anoche nevaba en Portland, el frío se colaba por los rincones del abrigo, la gente caminaba encogida, los árboles se vestían de melena cana. Hoy, el día está soleado.
Cuántas cosas han cambiado en estos 365 días con sus noches. Cuántas vivencias han quedado atrás. Hasta la casa se va quedando vacía… Cuántos amigos partieron, cuántos poemas nacieron; entre ellos Emily y Elizabeth. Cuántas penas se superaron, cuántos libros se escribieron; libros virtuales, tangibles, libros de vida.
Lo bueno de estar viejos es que apreciamos el tiempo y que nos vamos quedando “sin pelos en la lengua”; que contamos los pasos, que hemos olvidado los malos recuerdos, que cuidamos las muelas; que todo lo vemos mejor, sin arrugas, sin polvo, sin grietas, gracias a la disminución de la potencia visual. Lo bueno de la vejez es que disfrutamos del silencio y apreciamos tanto la belleza cuanto la utilidad de un abanico. Lo bueno de la vejez es que entendemos que perdonar no es facultad humana pero errar sí lo es. Lo bueno de la vejez es que ya no vemos al horizonte simplemente como paisaje, sino como promesa de eternidad.
Hoy me despertó el trino de las voces de mis nietas, aves de gorjeos celestiales llorando por su biberón. El aroma de sus cabecitas y sus cuerpecitos suaves me llegaba como regalo de un cumpleaños sin parangón. El problema es que cuando tienes nietas gemelas nacidas hace 19 días y sus reclamos de alimentos son sincronizados y despiadados, en ese momento todo plan de celebración onomástica queda cancelado y el mundo empieza a girar desorbitadamente, empujándote al filo de la desesperación. No sabes si correr en todas direcciones en busca de un ala angelical o si sortear a cuál alimentar primero. Para tal cometido no tenía un dado, no encontraba una moneda para hacer sello o cara... me metí la mano al bolsillo como solía hacerlo en la niñez para con pena comprobar que ni siquiera podía contar con mi vieja perinola rosada.
Decisión salomónica, con una colcha les armé una especie de montañita y las coloqué frente a mí con sus rostros desesperados por el hambre. Con tres baberos armé un cerrito sobre sus pechos y voilaaaaaaa, a alimentarlas al unísono se había dicho.
Lo que hablé con ellas mientras sin ninguna compasión aniquilaban el contenido de las botellas, es asunto de estado pero les puedo asegurar que nunca olvidarán el día en que su abuela cumplió 61 años.
Una vez satisfechas y felices, Emily y Elizabeth volvieron a la cunita y yo me fui corriendo a la cocina. Me esperaba otro gran regalo “seismarcero”, mi torta de choclo! Por suerte, nadie había descubierto el tesoro escondido en la esquina más recóndita de la refrigeradora. La calenté como quien comete un delito, con un sigilo total para evitar ayudantes, y con una taza de café humeante me vine a mi puesto favorito en la casa de mi hijo, la esquina de la computadora.
Así voy celebrando lo que llamamos un año más, cuando en realidad no es otra cosa que un año menos. De cualquier manera, no hay marcha atrás y a pesar de todo, los viejos somos creativos y optimistas; solemos hacerles creer a los jóvenes que el futuro existe…
Hoy tengo cita con mis hijos que llegaron desde Raleigh para irnos de museo, de librería, de restaurante, de paseo por la orilla del río…
Hoy tengo planeado comer chocolate, escuchar voces amadas y lejanas en vivo y en directo, sin necesidad de acudir al psiquiatra después de los encuentros auditivos. Hoy, ahora mismo, levanto la cabeza y el tumbado parece un laberinto, como un espejo de lo vivido estos 61 años, girando vertiginosamente sobre mi corazón, mi cerebro, mi estampa. Vuelvo a mirar al tumbado y la decoración me sugiere dormir un poco más.
En dónde me sorprenderá el seis de marzo del 2013? S D S…
Viva el Seis de Marzo, viva la Revolución Marcista, viva el mes de las mujeres, viva mi cumpleaños!
Me abrazo, los abrazo…
Marzo 6 2012
DagorPVV
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