La niñez es un soplo de inocencia y energía. Como resultado de ello, en la adolescencia nos convertimos en una especie de motocicleta corriendo a altas velocidades, muchas veces sin saber a dónde vamos. Al llegar a la juventud parqueamos la moto y nos introducimos en un laboratorio de ideales. En menos de lo que canta un gallo, se aparece “la madurez”, misma que debe ser opcional, ya que algunos optan por ella mientras otros no se interesan en alcanzarla. Finalmente, aunque insistamos en saltarnos la madurez, arribamos a la vejez, suma de todo lo vivido, prolongada exhalación de sabiduría. El viejo es capaz de caminar sin bastón y casi a ciegas, puede disfrutar de un baile sin un ay aunque cargue todas las enfermedades acumuladas en su cuerpo, y logra guardar silencio en medio de ruidos, superficialidades, atropellos, injusticias y abandono. El viejo busca el horizonte con gracia y su palabra casi siempre es una sentencia, se aleja sin prisas pero al hacerlo ya no piensa en él, desea que los que irremediablemente le seguimos, aprendamos de sus experiencias…
(c) Dagor PVV
Las voces del viento abrazan tu silencio, Madre. Tus plantas languidecen porque son prolongación de los dedos de tus manos y de tu ternura. Los retratos de los abuelos no disimulan su alegría ante tu llegada al cielo, que ellos ya habitaban. Un vehículo amarillo esperaba en silencio en el umbral del hastío para transportarte en marcha triunfal hacia la cima de la libertad. Tu nave con el escudo del Barcelona, no tuvo más luces que las estrictamente necesarias, las suficientes para no perderse entre las nubes de la atmósfera en el camino a la eternidad, porque de tu sencillez, no cabía esperar faros halógenos que pretendieran competir con las estrellas. Te has ido en mayo, mes de la Virgen a la que tanto amaste y bajo cuyo manto te cobijaste en momentos de duda y de dolor. Ojalá fuera posible que cambiaras de parecer y retornaras a seguir gozando del amor incondicional de Muñeca, tu lazarillo, tu perrita fiel, y para poder nosotros regodearnos en el privilegio sin par de escuchar tus ...
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