Agosto 26 de 2012
CARTA A PINKA
Contemplando tu retrato, descubro nuevas pecas en tu rostro. La traviesa intensidad de tu mirada, me abraza. Cuántas cosas se quedaron truncas cuando tuviste que partir aupada por el dolor, a ese viaje sin retorno. Tus fotos ya enumeradas, arregladas por estaciones, sonríen en todo momento. Me basta abrir tu cuaderno de poemas, ojear las evoluciones de tu mente y de tu corazón en ellos, para saber que sigues entre nosotros.
Al fondo de cada taza de café que compartimos, quedó nuestra esencia con aroma de amor indisoluble. Cada confidencia, cada canción de juventud, valieron la pena.
Ahora el Barcelona lidera el campeonato, tus nietos van creciendo y las mías han llegado. En cada uno de ellos, hay un poquito de tus pasos y de los míos. Hay algo de esa herencia bendita que tuvimos el privilegio de conllevar. Es decir, que cuando me toque alcanzarte, seguiremos habitando en ellos, girando sin parar en el paisaje del planeta.
Hoy es tu día… el 26 de agosto siempre será tuyo. El domingo campea mientras el sol le borda encajes a las plantas del jardín. Y aunque habites muy lejos, moras en mi pecho, en mi taller y en mi mente, y sé que disfrutas de los rosales, del helecho, del desayuno, del diario de fin de semana. Sé que nos bendices con tus insuperables lecciones de fe.
Feliz Cumpleaños, Pinka
(Foto: "La Laguna" por Patricia Velasquez de Mera. New Orleans, 1998) 8002 Sycamore Llegó apurado, frotándose las manos. Apretaba el periódico del día bajo su brazo izquierdo. En la mano derecha, como de costumbre, llevaba un pan empacado en papel de cera. Hacía frío, pero también como de costumbre, no llevaba calcetines y sus canillas blancas como la nieve relampagueaban entre los mocasines y el pantalón. Depositó el pan sobre la mesa y se sentó de espaldas al salón, frotando sus manos una contra la otra por largo rato. Little Watch (relojito) apareció de algún rincón y moviendo la cola se le pegó a la pierna con familiaridad hasta que se escuchó el grito: Maldita sea! Ya me pasaste el puñado de pulgas. Se levantó agitado, abrió la puerta y Little Watch salió pitando por ella. Volvió sobre sus talones y se dirigió a la chimenea, prendió el fuego sin sacarse el abrigo y se metió en la cocina. Mientras pasaba café leía con interés el diario y tomaba con placer -como si aquello
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