Me lo contó con la suavidad que le caracteriza. Cuidadosamente hilvanaba cada palabra con la siguiente: “El sol me seguía mientras avanzaba camino arriba por la carretera de Les Alpes Maritimes. Siempre habrá magia entre las montañas, el sol y yo, por eso, la felicidad que me embargaba ese día, no era nueva. Las casitas en fila se empinaban alegres sobre el paisaje lejano, hasta que llegué al pueblo y pude apreciar de cerca su belleza. Parecían cajitas musicales a punto de abrirse. Había cientos de carros parqueados en ambos lados de la vía. Avancé en la dirección del instinto y cuando viré por una callecita, allí estaban todos. El pueblo entero se había volcado sobre una feria de alimentos y chucherías. La iglesia resplandecía con sus puertas abiertas, los colores de las carpas de los comerciantes bailaban ante mis ojos, las risas de hombres y mujeres contaban historias, las mejillas rosadas de los chiquillos correteaban sin parar alrededor de mi corazón; todo hablaba de una esplendorosa mañana de domingo. Seguí rodando lentamente hasta detenerme en el espacio que me esperaba. Abrí la ventana y allí estabas tú… El olor a romero, a flor de lavanda, a fruta fresca, me invadió los sentidos, trajo a mi memoria el aroma inconfundible de tus cabellos. Qué ganas de abrazarte en ese instante. Caminé despacio entre los compradores y encontré una baratija para ponerla en tus manos a mi regreso…”. (Dagor)
Las voces del viento abrazan tu silencio, Madre. Tus plantas languidecen porque son prolongación de los dedos de tus manos y de tu ternura. Los retratos de los abuelos no disimulan su alegría ante tu llegada al cielo, que ellos ya habitaban. Un vehículo amarillo esperaba en silencio en el umbral del hastío para transportarte en marcha triunfal hacia la cima de la libertad. Tu nave con el escudo del Barcelona, no tuvo más luces que las estrictamente necesarias, las suficientes para no perderse entre las nubes de la atmósfera en el camino a la eternidad, porque de tu sencillez, no cabía esperar faros halógenos que pretendieran competir con las estrellas. Te has ido en mayo, mes de la Virgen a la que tanto amaste y bajo cuyo manto te cobijaste en momentos de duda y de dolor. Ojalá fuera posible que cambiaras de parecer y retornaras a seguir gozando del amor incondicional de Muñeca, tu lazarillo, tu perrita fiel, y para poder nosotros regodearnos en el privilegio sin par de escuchar tus ...
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