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A JOSE MARTINEZ QUEIROLO

se levanta el telón de la vida/ de una vida extraordinaria/ los ojos apuntan todos/ al hombre que ya no está/ mientras habla su cuaderno/ la sala crece en recuerdos/ suspiran las cuatro esquinas/ del teatro del más acá// el público que extasiado/ aplaude sin saber por qué/ de pronto se queda callado/ cuando se apagan las luces/ y se vuelven a encender/ para dar paso al elenco/ que sin haber actuado/ hace una venia profunda/ como en un pacto sarcástico// bajo un sol de candilejas/ la soledad y un sombrero/ dos sillas y un vaso de agua/ tras bastidores silencio/ sobre las tablas su estela/ que se quedara atrapada/ por amor y convicción/ entre sudor y repasos/ entre risa y añoranza/ bambalinas y azulejos// cuánta ironía en su verbo/ cuando el hombre empieza a hablar/ por favor cuánta elegancia/ la gente mira extasiada/ el escenario vacío/ al mismo tiempo repleto/ Pipo caminando en círculos/ con su mirada infinita/ con su ternura de ensueño// lleva algo entre sus manos/ pero qué tiene en su pecho/ colgando con sorna y gracia/ iluminando cual fuego?/ prosigue al pie de la letra/ luego improvisa el libreto/ el “… qué dirán” ni le importa/ magistral concluye el cuento/ se retira del proscenio// ruge el aplauso por siempre/ Q.E.P.D. en su luna/ de ocurridos parlamentos/ pero que viva en la historia/ del teatro guayaquileño/ JOSÉ MARTINEZ QUEIROLO/ un maestro de maestros// ©Patricia Velásquez de Mera (Dagor)/ Marzo 22 de 2013

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