se levanta el telón de la vida/
de una vida extraordinaria/
los ojos apuntan todos/
al hombre que ya no está/
mientras habla su cuaderno/
la sala crece en recuerdos/
suspiran las cuatro esquinas/
del teatro del más acá//
el público que extasiado/
aplaude sin saber por qué/
de pronto se queda callado/
cuando se apagan las luces/
y se vuelven a encender/
para dar paso al elenco/
que sin haber actuado/
hace una venia profunda/
como en un pacto sarcástico//
bajo un sol de candilejas/
la soledad y un sombrero/
dos sillas y un vaso de agua/
tras bastidores silencio/
sobre las tablas su estela/
que se quedara atrapada/
por amor y convicción/
entre sudor y repasos/
entre risa y añoranza/
bambalinas y azulejos//
cuánta ironía en su verbo/
cuando el hombre empieza a hablar/
por favor cuánta elegancia/
la gente mira extasiada/
el escenario vacío/
al mismo tiempo repleto/
Pipo caminando en círculos/
con su mirada infinita/
con su ternura de ensueño//
lleva algo entre sus manos/
pero qué tiene en su pecho/
colgando con sorna y gracia/
iluminando cual fuego?/
prosigue al pie de la letra/
luego improvisa el libreto/
el “… qué dirán” ni le importa/
magistral concluye el cuento/
se retira del proscenio//
ruge el aplauso por siempre/
Q.E.P.D. en su luna/
de ocurridos parlamentos/
pero que viva en la historia/
del teatro guayaquileño/
JOSÉ MARTINEZ QUEIROLO/
un maestro de maestros//
©Patricia Velásquez de Mera (Dagor)/
Marzo 22 de 2013
Las voces del viento abrazan tu silencio, Madre. Tus plantas languidecen porque son prolongación de los dedos de tus manos y de tu ternura. Los retratos de los abuelos no disimulan su alegría ante tu llegada al cielo, que ellos ya habitaban. Un vehículo amarillo esperaba en silencio en el umbral del hastío para transportarte en marcha triunfal hacia la cima de la libertad. Tu nave con el escudo del Barcelona, no tuvo más luces que las estrictamente necesarias, las suficientes para no perderse entre las nubes de la atmósfera en el camino a la eternidad, porque de tu sencillez, no cabía esperar faros halógenos que pretendieran competir con las estrellas. Te has ido en mayo, mes de la Virgen a la que tanto amaste y bajo cuyo manto te cobijaste en momentos de duda y de dolor. Ojalá fuera posible que cambiaras de parecer y retornaras a seguir gozando del amor incondicional de Muñeca, tu lazarillo, tu perrita fiel, y para poder nosotros regodearnos en el privilegio sin par de escuchar tus ...
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