Ella es de todos aunque a nadie le pertenece. La sentimos tan cerca pero habita tan lejos. Nos enamora con su luz a pesar de que si no fuera por el sol, no podríamos verla. Es decir que de lo que le prestan, le queda para compartir con el mundo entero. Se multiplica, se divide, se suma, se resta, sin tener nada y sin pedir nada a cambio. Es la luna…
De cualquier manera, se las arregla para brillar aunque sea en nuestros sueños y canciones, porque aunque algunas noches no llega a la cita, sabe que la buscamos, que le escribimos versos, que la sentimos palpitante al pie de nuestra ventana; de todas las ventanas.
Los coyotes le gritan que baje, los búhos se juran amor bajo sus rayos platinados, los amantes le cuentan sus secretos. Y es nuestro mayor anhelo poder alcanzarla cuando al fin nos despojemos de nuestro traje terrenal. Con seguridad, habrá fuego encendido en la chimenea de alguno de sus cráteres, para entibiarnos las manos cuando lleguemos del largo viaje.
Linterna universal es la luna, faro que ilumina lo imposible, rostro brillante en la oscuridad de lo intangible, romántica empedernida, triste y alegre a la vez. Amiga solidaria, políglota que escucha con atención todos los lamentos, que comprende todas las penurias, que llora con todos, que conoce los techos de todas las casas, de todas las cuevas, de todas las copas de los árboles. Faro incandescente que hace juego con todos los colores, bailarina mágica que vibra con todos los ritmos.
Luna que te escondes entre los helechos, que brincas de paisaje en paisaje, de cuadro en cuadro, de estación en estación, de canción en canción, sin perder tu gracia. Luna sutil que acaricias el agua como ninguna sirena puede hacerlo. Que te besas con las montañas, que recorres palmo a palmo todas las orillas de todos los rincones del planeta. Omnipresente, abrazadora, fiel; desde el valle de la soledad yo te saludo, Luna eterna!
Dagor
Las voces del viento abrazan tu silencio, Madre. Tus plantas languidecen porque son prolongación de los dedos de tus manos y de tu ternura. Los retratos de los abuelos no disimulan su alegría ante tu llegada al cielo, que ellos ya habitaban. Un vehículo amarillo esperaba en silencio en el umbral del hastío para transportarte en marcha triunfal hacia la cima de la libertad. Tu nave con el escudo del Barcelona, no tuvo más luces que las estrictamente necesarias, las suficientes para no perderse entre las nubes de la atmósfera en el camino a la eternidad, porque de tu sencillez, no cabía esperar faros halógenos que pretendieran competir con las estrellas. Te has ido en mayo, mes de la Virgen a la que tanto amaste y bajo cuyo manto te cobijaste en momentos de duda y de dolor. Ojalá fuera posible que cambiaras de parecer y retornaras a seguir gozando del amor incondicional de Muñeca, tu lazarillo, tu perrita fiel, y para poder nosotros regodearnos en el privilegio sin par de escuchar tus ...
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