Luis Fernando: Hoy hubieras cumplido cuarenta, y probablemente hubieras pasado la mitad de tu fecha, resumiendo en un nuevo poema lo difícil de cuatro décadas sobreviviendo entre la esperanza, la salud a medias, la soledad, los golpes más duros sobre tu corazón de niño grande. Al final, los que te queremos, los que nunca te vamos a olvidar, hubiéramos terminado llorando contigo al leerlo, aunque no lo supieras, porque con cada estrofa nos habría invadido el ubicuo por qué de tus cuitas, sin alcanzar respuesta convincente alguna. Solamente ayer alguien se quejaba de su falta de fe, nos decía que no comprendía las enfermedades, las injusticias, la muerte. Le contestábamos buscando estirar el hilo de la confianza en lo vivido y en lo que queda por vivir, que no podemos exigir justicia si no la hemos fomentado, si no la hemos construido paso a paso con cada uno de nuestros actos. Le decíamos que las enfermedades son necesarias para darle paso a la muerte, por más incomprensible que el...
No es el hombre por hombre superior más que a la sombra de sus propios pasos, muchas veces el hombre es un payaso que ríe entre sus ganas de llorar. No es el hombre el señor del universo, sólo es grano de arena en playa vieja, sólo es hueso fugaz, tímida queja que aprende lentamente a caminar. No es el hombre inmortal, no es dios ni es vino, el hombre es el camino, no es el norte, invitado temporal del horizonte, lluvia breve, libertad por alcanzar. Dagor