Hay días en que el sol se detiene en la ventana y toca con sus nudillos luminosos el rincón más tierno y chiquito de nuestros corazones. Esa especie de jardín en eterna primavera, en donde habitan en armoniosa intimidad los rostros y recuerdos de nuestros niños, los niños de la familia. Ellos, cuyos bracitos nunca crecieron para poder seguir abrazándonos cálida e inocentemente. Ellos, cuyas miradas tiernas han sido como faroles en nuestro camino. Ellos, quienes con sus travesuras y ocurrencias trajeron alegría, aún en los tiempos más duros. Porque no hubo tormenta, por fuerte que el agua golpeara los cristales, que no se despejara al escuchar la risa espontánea y despreocupada de nuestros pequeños. Ellos nos pusieron y nos siguen poniendo en perspectiva.
Hoy es uno de esos días. Hoy la familia está de fiesta, mi sobrina nieta, Helenita, cumple quince años. En un giro del viento se le estiraron las piernas y la voluntad de ser feliz a su manera, acariciando su guitarra con sus dedos delicados, dejando volar su imaginación en la soledad de su alcoba. Helenita es un sol de ternura, una mujercita de clara inteligencia y transparente sencillez. Una joven serena y discreta que prefiere la cena hogareña al bullicio del restaurante. Tímida y espigada como princesa de cuento, bella como su madre y su abuela, observadora y juiciosa, sensible y cariñosa.
Cómo me hubiera gustado que fuera su abuelo Mauro quien escribiera esta nota, pero siento que mi hermano ha estado a mi lado en este momento tan especial. Si hubiera podido, seguramente hubiera bailado un vals con nuestra flamante quinceañera y le hubiera contado anécdotas familiares como solamente él sabía hacerlo.
Helenita, voy a confiarte unos cuantos secretos a voces que me han permitido ser feliz a pesar de cualquier infortunio. Como ya debes saber, hay días buenos y días no tan buenos, pero por cada dolor hay una luna que sonríe desde el cielo cuando baja la noche. Por cada ruido innecesario hay un toque de silencio que nos devuelve paz. Por cada injusticia hay una cadena que se rompe, un valiente que levanta su voz de protesta. Por cada rostro triste hay de recompensa alguna sonrisa franca que espera por nosotros en algún lugar, una caricia, un abrazo, un soplo de esperanza. La vida es equilibrio, si la imitamos, seguramente haremos más fácil el recorrido, tanto para nosotros como para los que nos rodean.
A veces los adultos somos necios, insistimos en dar vueltas sobre lo que no tiene remedio, caminamos en círculos pero no ascendemos en espiral. En cambio los niños siempre hacen gala de una lógica genial y contundente. Por favor, en ese sentido, no dejes de ser niña. Mas mi consejo, ahora que eres una señorita, es que siempre deseches lo que te haga perder el tiempo por no ser constructivo, por no conducir a ningún lugar. Te sugiero que le busques el lado bueno a las personas y a los acontecimientos. Si miras al fondo de todo y de todos, te vas a sorprender con las maravillas que vas a descubrir.
Empéñate en fortalecer tu espíritu, siempre y cuando hagas acopio de valores inmateriales, las fuerzas del bien estarán a tu favor.
Busca la belleza en lo más pequeño, porque es ahí donde reside la grandeza del universo. Procura ser generosa a manos llenas, aunque nadie te comprenda. No hay mayor felicidad ni mejor sensación de bienestar que cuando das, cuando te das sin reservas, sin esperar algo a cambio. Aprende a escuchar, la sabiduría nace y se fortalece por el oído y por la observación minuciosa de los seres que nos rodean. Esfuérzate en descubrir tu misión en la vida, todos la tenemos, pero para encontrarla hemos de ser valientes y honestos con el yo; no todos podemos hacer todo. Debemos aceptar con humildad nuestras limitaciones y cuando descubramos nuestra particular habilidad, concentrarnos en ella, sacrificarnos por dominarla para poder servir bien al mundo con el fruto de nuestro trabajo. Y no olvides disfrutar los éxitos ajenos como propios.
Respeta las opiniones de los demás, no solamente para que respeten la tuya, sino porque la humanidad requiere con urgencia que la juventud nos enseñe a dialogar, a creer en el prójimo y a aceptarlo tal y como es. Cuando no respetamos lo que dicen los demás, de uno en uno vamos cerrando las puertas a la paz, a la concordia, a la convivencia civilizada, tan venida a menos en estas horas aciagas de guerras, de terrorismo internacional, de dictaduras implacables, de vandalismo y crueldad.
Defiende la verdad hasta las últimas consecuencias, pero recuerda que la verdad es una, dividida para el total de seres que pueblan el planeta.
No le temas al amor, esa fuerza integral que todo lo transforma, que todo lo embellece, que todo lo puede. Mas nunca olvides que para que haya amor se necesitan dos seres unidos en un propósito. El amor de uno, es mera ilusión. Jamás ha existido. Y cuando llegue el amores dos, riégalo con paciencia y bondad. Verás qué flores tan bellas cosecharás a su paso.
Haz de la gratitud tu mayor virtud. Sigue siendo discreta. Opina cuando sepas. Pregunta las veces que sea necesario y no te hostigues de insistir en ser feliz.
Quiero que guardes esta cartita, que la vuelvas a leer entre las vueltas del sendero y aprendas que todo, absolutamente todo, cobra sentido a su tiempo y en su lugar.
Finalmente, ten presente que la mujer es la fuerza que mueve al planeta, pero siempre de la mano imprescindible del hombre, su complemento. Lucha por convertirte en una fémina que haga la diferencia, en un espejo en el que se miren otras jóvenes. Y no dejes que nada, ni nadie, amenace tu fe.
Por favor, nunca pares de soñar!
Feliz Cumpleaños querida Helenita. Te mando mi corazón en esta carta.
Tía Patricia
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