Conocerlo había sido, sin lugar a dudas, la aventura cumbre de su vida, como que su diario encontró la llave para abrirse de páginas y dejarlo escribir en ellas... como que la luna asumió una forma de contornos prometedores para que ellos pudieran contemplarla al unísono e intercambiar mensajes cósmicos, inentendibles para otros mortales... Como que las noches juntos no necesitaban luz artificial, porque bastaba con la claridad de sus sentimientos… Como que las ideas compartidas en horas interminables de compenetración, tenían ya su paso construido desde otras vidas, desde otros tiempos milenarios, lejanos…
Dagor
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