Hace unos días me dijo uno de mis hijos “Mami, en mi trabajo todas las personas son buenas”. Me pareció maravilloso que él pudiera trabajar en un ambiente tan positivo. Pero sobre todo me pareció extraordinario que él tuviera un concepto tan generoso sobre los demás, porque me estaba dando la seguridad de su propia bondad.
Así, valga la comparación, cuando alguien cree que todo el mundo a su alrededor es capaz de inmoralidades, realmente se pone en evidencia.
Siempre vuelvo a esa frase sabia: “todo el mundo juzga por su pecho, el ajeno”.
(Dagor)
(Foto: "La Laguna" por Patricia Velasquez de Mera. New Orleans, 1998) 8002 Sycamore Llegó apurado, frotándose las manos. Apretaba el periódico del día bajo su brazo izquierdo. En la mano derecha, como de costumbre, llevaba un pan empacado en papel de cera. Hacía frío, pero también como de costumbre, no llevaba calcetines y sus canillas blancas como la nieve relampagueaban entre los mocasines y el pantalón. Depositó el pan sobre la mesa y se sentó de espaldas al salón, frotando sus manos una contra la otra por largo rato. Little Watch (relojito) apareció de algún rincón y moviendo la cola se le pegó a la pierna con familiaridad hasta que se escuchó el grito: Maldita sea! Ya me pasaste el puñado de pulgas. Se levantó agitado, abrió la puerta y Little Watch salió pitando por ella. Volvió sobre sus talones y se dirigió a la chimenea, prendió el fuego sin sacarse el abrigo y se metió en la cocina. Mientras pasaba café leía con interés el diario y tomaba con placer -como si aquello
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