Ir al contenido principal

LA RESPONSABILIDAD DE UN ESCRITOR

Si un escritor no sirve como lazo para que una sociedad se reconcilie, si utiliza el verbo buscando ganancias a nivel personal, si aprendió a dividir pero no a sumar y se proyecta como tal en su obra, si lo que dice no se parece a lo que hace, si lo suyo es un dialelo de vanidad, debe abandonar el uso de la poderosa herramienta de la palabra, hacer mutis por todos los foros y proclamar con el silencio, que ha fracasado. Porque la palabra es un hilo transmisor, una cuerda que ata a la humanidad, no es una soga que se lleva el viento a un solo molino.
Hay que firmar cada línea que escribimos como si fuera el documento que puede salvar una vida de la desidia, de la desigualdad, del deshonor, de la tristeza, de la mentira, de la deslealtad, del abandono, de la soledad, de la tiranía, del esplín, de la miseria. Porque una vida rescata otra, y otra, y otra más. Así, un escritor es como una semilla que reparte el verbo con un par de ojos y estos con otro par, y otro par. 
La palabra tiene la facultad de remover tiranos de los asientos de poder, tiene el privilegio de hacer brotar lágrimas de amor en un lector que pensaba que su pecho era metálico y su destino una isla perdida en la inmensidad del mar. Con unas cuantas palabras un escritor puede despertar esa flor que un transeúnte acaba de pisar sin darse cuenta.
Hay que rubricar sin pestañear lo que pregonamos a veces con temor y hasta con terror, para levantarles el ánimo a aquellos que creen haberlo perdido todo. Hay que llorar mientras escribimos con convicción, transmitir el sentimiento sin restricciones, dejar volar las ideas hasta que aterricen en el lago de lágrimas y darle la mano al náufrago que se ahoga en su propia tristeza. Eso es la palabra, una responsabilidad social, un rescate permanente de la esperanza. La esperanza, ese monstruo, ese mito que nos mantiene vivos. Hay que sentir las manos de todos cuando dibujamos palabras sobre el papel o el teclado. 
Hay que vivir para escribir, no escribir para vivir.
Dagor

Comentarios

Entradas populares de este blog

8002 SYCAMORE

(Foto: "La Laguna" por Patricia Velasquez de Mera. New Orleans, 1998) 8002 Sycamore Llegó apurado, frotándose las manos. Apretaba el periódico del día bajo su brazo izquierdo. En la mano derecha, como de costumbre, llevaba un pan empacado en papel de cera. Hacía frío, pero también como de costumbre, no llevaba calcetines y sus canillas blancas como la nieve relampagueaban entre los mocasines y el pantalón. Depositó el pan sobre la mesa y se sentó de espaldas al salón, frotando sus manos una contra la otra por largo rato. Little Watch (relojito) apareció de algún rincón y moviendo la cola se le pegó a la pierna con familiaridad hasta que se escuchó el grito: Maldita sea! Ya me pasaste el puñado de pulgas. Se levantó agitado, abrió la puerta y Little Watch salió pitando por ella. Volvió sobre sus talones y se dirigió a la chimenea, prendió el fuego sin sacarse el abrigo y se metió en la cocina. Mientras pasaba café leía con interés el diario y tomaba con placer -como si aquello

NADA SOY

nada soy  o soy tan poco  como una maceta discreta  que olvidada y solitaria  observa desde la ventana  los transeúntes que pasan  apenas soy en mi estancia  la esquina fortuita de una casa  ubicada en cualquier manzana  poeta desencantada  tomando notas  fotografiando sonrisas con las pupilas cansadas  para poder reflejarlas  entre los versos del alba mientras los zapatos sangran  por calles imaginarias  largas calles no empedradas  plagadas de dolor  de desesperanza  eso soy  o no soy nada  una huida permanente  un paso en el andén constantemente  un atardecer lleno de nubes  sobre la playa de los indolentes  nada soy  o soy tan poco  transparente anacoreta  pintando sobre muros invisibles  los rostros de otros bardos  que no calzan en las listas repetidas  en las alfombras purpúreas  de los mercaderes de la humanidad Dagor  Abril 25, 2023

A Punto de Llorar.

 las voces del tiempo  pululan por mis sienes como si fuera invierno en plena primavera del siglo XXI ahora cuando sueño el viento se detiene sin ruido en la garganta se anuda como puede para no sollozar cuando elevo las manos mariposas cansadas pálidas resecas en contraluz se agitan como pañuelos viejos a punto de volar Dagor