Hoy escribimos con la premura de aquel al que se le acorta el camino pero se le estiran las alas y se le agigantan las metas, por ineludibles, por incontables, por urgentes! Acabamos de cumplir 63 años de edad. No celebramos apagando velas porque necesitamos ese fuego que es la vida misma, para compartirlo con aquellos que en este momento sienten frío en el alma o en el cuerpo. Y no nos detuvimos a parar el tráfico en las redes sociales para vivir la fiesta, porque el tren de la realidad nos lleva por otros caminos en los que nuestra energía es necesaria. Si nos distraemos en las avenidas carnavalescas, el tren que nunca se detiene, nos deja atrás y es menester seguir rodando con él, levantando la voz hasta que lleguemos a nuestro andén, a la parada final, y se nos agote la misión de servicio y de ternura para la que hemos venido al mundo.
Ni pensar en manteles largos cuando Venezuela se desangra frente a nuestras narices, cuando Cuba se hace pedazos en la más horrenda y absurda de las miserias y pasó de ser el cabaret elegante de los años 50, al cabaret en ruinas a partir de los 60s. No podemos mirar para el otro lado cuando México vive en estado de guerra cruenta y permanente entre narcos, y el resto de ciudadanos se ve obligado a dejarlo todo atrás y cruzar fronteras en busca de libertad para descubrir que la misma, es solamente una palabra. Imposible ignorar a Afganistán, mitad sombras, mitad pólvora, cuyos niños sobreviven entre dos frentes que no se acuerdan de ellos, aunque digan lo contrario. Corea del Norte es un hueco en donde a los ciudadanos se les arrebata la voluntad, la dignidad, se les quita la vida sin miramientos con la venia de un dictador enloquecido. Nos sentiríamos culpables si hubiéramos festejado con bombos y platillos cuando Siria es un infierno, cuando los refugiados palestinos mueren de hambre y sed frente a cámaras de reporteros que buscan al más necesitado para entrevistarlo, aunque la verdad se haya quedado muda y las evidencias no necesiten palabras. Acto seguido, ellos mismos interpretan las escenas desgarradoras mientras criaturas sin futuro corren entre carpas miserables que huelen a desnutrición, a olvido y a trampa transnacional.
Se juegan la camiseta, la vida de sus habitantes y el honor por petróleo de Rusia a USA, de Venezuela a Cuba, de la China al Ecuador. China hace negocios ilegales multimillonarios nada menos que con los Caballeros Templarios de México, temerario grupo que ha marcado con sangre, dolor y perversidad una amplia zona del territorio de ese país. El último descubrimiento de este pacto canallesco y soterrado lo constituye un gran cargamento de acero, a punto de salir del país azteca con dirección al del sol naciente. China, la supuesta potencia mundial… potencia de esclavitud? Campeona de la falsificación de todo artículo que se produzca en el planeta Tierra. China, en donde el irrespeto a los derechos humanos es brutal, en donde no son las familias, es el estado quien decide cuántos hijos puede tener una pareja. De qué clase de potencia estamos hablando? La ambición desmedida, enloquece. Los “emperadores” de muchos países desfilan con “traje nuevo” y a su paso los cortesanos aplauden su desnudez, como si se tratase del más elaborado y fino de los vestidos.
La primavera árabe se dilató y sus frutos nacieron con malformaciones congénitas. Ahora le toca a la primavera latinoamericana… Tendremos los mismos resultados?
Enarbolamos banderas que otros levantaron cuando ganaron batallas de verdadera independencia. A nosotros nos falta todo para parecernos a nuestros antepasados. Especialmente, carecemos de un discurso no bifurcado y nos hace falta el verdadero sentido de solidaridad, ese que es el mayor y mejor indicador de nuestra calidad humana. A nosotros nos falta superar la ambición por la fama y la fortuna, nos falta entregarnos a un proyecto por el proyecto mismo y no por los réditos materiales y personales que pudieran florecer con él.
Cada mañana desayunamos con el alma en vilo, frente a un televisor en el que cínicos encorbatados dan cuenta de las obras de gobiernos de dudosa reputación, en los que la corrupción es el pan caliente, y la indiferencia es la mantequilla que utilizan para que les rueden por el paladar las mentiras que vociferan ante millones de seres dependientes de sus decisiones.
Sesenta y tres vueltas llevamos, que sumadas a los nueve meses que estuvimos creciendo en el vientre de Yolanda, ya casi suman 64 revoluciones, de las que no nos arrepentimos y que volveríamos a repetir solamente por revivir la prerrogativa de la maternidad, por sólo citar un ejemplo. Solemos marearnos al caminar en círculos pero el de la vida nos hace girar en forma físicamente imperceptible, aunque a su ritmo, sabiamente, nos ha ido bajando los humos a punta de arrugas y pruebas, ablandándonos el corazón a puro bemol, abriéndonos los ojos con cartas claras y contundentes, pavimentándonos el camino a fuerza de convicciones, llenándonos de flores las ventanas y poniéndonos verdades irrefutables sobre la mesa… Para consolarnos, ha sembrado en el huerto de la esperanza y del amor los hijos por los que damos lo poco que somos, y unos nietos maravillosos con los que soñamos despiertas y a los que abrazamos fuerte y hondo para que cuando nos toque partir, la ternura y la pureza de aquel encuentro, se quede por siempre tallada como colcha protectora sobre su piel.
Hemos ganado y hemos perdido, como todo el mundo, pero paradójicamente, cuando más réditos hemos acumulado ha sido en las derrotas, esas que doblegaron nuestro falso orgullo y nos pusieron de rodillas frente al milagro de la existencia.
Todos los que tenemos el privilegio de llegar a este punto del camino, sabemos que estamos viviendo el mejor tramo del mismo, cuando los prejuicios se han convertido en polvo y el amor se da a manos llenas, cuando se cuenta cada paso para no desperdiciarlo y se pronuncia cada palabra con extremo cuidado para no lastimar a nuestros semejantes.
Una de las cosas que nos maravillan de esta edad, es el poder dar pasos firmes sin necesidad de hacer ruido.
Pero haber llegado a los 63 para atestiguar que gobiernos elegidos por votación popular se enguantan todos los poderes del estado en una mano gris y se autoproclaman presidentes vitalicios, que los primeros magistrados se convierten en reyes quienes heredan el mandato a sus familiares o allegados en actos y pactos de verdadera monarquía; haber arribado a este punto para saber a ciencia cierta que todo lo proclamado por los políticos que supuestamente llegaron el siglo pasado a salvar al mundo de la desigualdad, era falso, nos causa profunda repulsión y nos inspira a seguir protestando en nombre de todos los calendarios deshojados y desperdiciados que quedaron atrás. Y que todos permitimos que quedaran atrás.
La era de las comunicaciones híper veloces nos puso en evidencia, nos enteramos hasta de lo que no queremos saber prácticamente antes de que ocurra. Al mismo tiempo, ha permitido que todos los ciudadanos libres del planeta, nos juntemos para enfrentar al fantasma de las dictaduras que se multiplica como virus letal de un lado al otro del globo terrestre. La unión hace la fuerza. El dolor no mata, el dolor colectivo inspira, nos alienta a seguir luchando, levantando la voz sin miedo, señalando con el dedo a los mercaderes de la felicidad ajena, ninguneadores -palabra que no existe en el diccionario- de los pueblos. No es posible que todavía seamos menos que el petróleo, menos que el oro, menos que el acero, menos que todo lo que produzca billete, menos que el maldito dinero que todos creen que existe. No es posible que aún tengamos menos valor que el reflejo en el espejo de la imagen pequeña y miserable de cualquier opresor de multitudes. No es posible que haya gente que crea que es lo mismo aprender a leer, que tener permiso para leer solamente ciertas propagandas extremistas y fanáticas. No es posible tanta ceguera, y por eso no hubo mucho que celebrar, ya lo haremos cuando empecemos a contar las victorias, porque las victorias de a uno se esfuman, pero las grandes batallas, esas verdaderamente trascendentes, son las que se conquistan en grupo, las que alcanzan a todos por igual, las que provocan verdaderas transformaciones sociales no excluyentes.
Abracemos con fe y con valentía la gran causa de la solidaridad humana. No dejemos de creer en la fuerza arrolladora de la unión entre seres que persiguen un mismo propósito. La libertad del ser humano es inalienable, existen cadenas de hierro que pretenden atar a los individuos, hay leyes maquiavélicas que sirven para oprimir a los pueblos, hay cárceles de cemento que encierran y aíslan, pero en medio de la soledad de una prisión, como si fuera un altar se erige el balcón del pensamiento, y en él no tienen cabida los dictadores. Desde allí podemos soñar sin restricciones, renacer y ser capaces de levantarnos a pesar de cualquier dolor, de cualquier traición. Desde esa tarima podemos darles la espalda a las leyes que solapan el abuso y tomarnos de la mano con los millones y millones de seres que en este mismo instante, sufren a manos de delincuentes de levita; podemos transmitirles nuestro apoyo y juntos lograr que exista una sola primavera para el mundo, la de la libertad sin condiciones y sin fronteras.
Los queremos!
Dagor
6 de Marzo de 2014
Ni pensar en manteles largos cuando Venezuela se desangra frente a nuestras narices, cuando Cuba se hace pedazos en la más horrenda y absurda de las miserias y pasó de ser el cabaret elegante de los años 50, al cabaret en ruinas a partir de los 60s. No podemos mirar para el otro lado cuando México vive en estado de guerra cruenta y permanente entre narcos, y el resto de ciudadanos se ve obligado a dejarlo todo atrás y cruzar fronteras en busca de libertad para descubrir que la misma, es solamente una palabra. Imposible ignorar a Afganistán, mitad sombras, mitad pólvora, cuyos niños sobreviven entre dos frentes que no se acuerdan de ellos, aunque digan lo contrario. Corea del Norte es un hueco en donde a los ciudadanos se les arrebata la voluntad, la dignidad, se les quita la vida sin miramientos con la venia de un dictador enloquecido. Nos sentiríamos culpables si hubiéramos festejado con bombos y platillos cuando Siria es un infierno, cuando los refugiados palestinos mueren de hambre y sed frente a cámaras de reporteros que buscan al más necesitado para entrevistarlo, aunque la verdad se haya quedado muda y las evidencias no necesiten palabras. Acto seguido, ellos mismos interpretan las escenas desgarradoras mientras criaturas sin futuro corren entre carpas miserables que huelen a desnutrición, a olvido y a trampa transnacional.
Se juegan la camiseta, la vida de sus habitantes y el honor por petróleo de Rusia a USA, de Venezuela a Cuba, de la China al Ecuador. China hace negocios ilegales multimillonarios nada menos que con los Caballeros Templarios de México, temerario grupo que ha marcado con sangre, dolor y perversidad una amplia zona del territorio de ese país. El último descubrimiento de este pacto canallesco y soterrado lo constituye un gran cargamento de acero, a punto de salir del país azteca con dirección al del sol naciente. China, la supuesta potencia mundial… potencia de esclavitud? Campeona de la falsificación de todo artículo que se produzca en el planeta Tierra. China, en donde el irrespeto a los derechos humanos es brutal, en donde no son las familias, es el estado quien decide cuántos hijos puede tener una pareja. De qué clase de potencia estamos hablando? La ambición desmedida, enloquece. Los “emperadores” de muchos países desfilan con “traje nuevo” y a su paso los cortesanos aplauden su desnudez, como si se tratase del más elaborado y fino de los vestidos.
La primavera árabe se dilató y sus frutos nacieron con malformaciones congénitas. Ahora le toca a la primavera latinoamericana… Tendremos los mismos resultados?
Enarbolamos banderas que otros levantaron cuando ganaron batallas de verdadera independencia. A nosotros nos falta todo para parecernos a nuestros antepasados. Especialmente, carecemos de un discurso no bifurcado y nos hace falta el verdadero sentido de solidaridad, ese que es el mayor y mejor indicador de nuestra calidad humana. A nosotros nos falta superar la ambición por la fama y la fortuna, nos falta entregarnos a un proyecto por el proyecto mismo y no por los réditos materiales y personales que pudieran florecer con él.
Cada mañana desayunamos con el alma en vilo, frente a un televisor en el que cínicos encorbatados dan cuenta de las obras de gobiernos de dudosa reputación, en los que la corrupción es el pan caliente, y la indiferencia es la mantequilla que utilizan para que les rueden por el paladar las mentiras que vociferan ante millones de seres dependientes de sus decisiones.
Sesenta y tres vueltas llevamos, que sumadas a los nueve meses que estuvimos creciendo en el vientre de Yolanda, ya casi suman 64 revoluciones, de las que no nos arrepentimos y que volveríamos a repetir solamente por revivir la prerrogativa de la maternidad, por sólo citar un ejemplo. Solemos marearnos al caminar en círculos pero el de la vida nos hace girar en forma físicamente imperceptible, aunque a su ritmo, sabiamente, nos ha ido bajando los humos a punta de arrugas y pruebas, ablandándonos el corazón a puro bemol, abriéndonos los ojos con cartas claras y contundentes, pavimentándonos el camino a fuerza de convicciones, llenándonos de flores las ventanas y poniéndonos verdades irrefutables sobre la mesa… Para consolarnos, ha sembrado en el huerto de la esperanza y del amor los hijos por los que damos lo poco que somos, y unos nietos maravillosos con los que soñamos despiertas y a los que abrazamos fuerte y hondo para que cuando nos toque partir, la ternura y la pureza de aquel encuentro, se quede por siempre tallada como colcha protectora sobre su piel.
Hemos ganado y hemos perdido, como todo el mundo, pero paradójicamente, cuando más réditos hemos acumulado ha sido en las derrotas, esas que doblegaron nuestro falso orgullo y nos pusieron de rodillas frente al milagro de la existencia.
Todos los que tenemos el privilegio de llegar a este punto del camino, sabemos que estamos viviendo el mejor tramo del mismo, cuando los prejuicios se han convertido en polvo y el amor se da a manos llenas, cuando se cuenta cada paso para no desperdiciarlo y se pronuncia cada palabra con extremo cuidado para no lastimar a nuestros semejantes.
Una de las cosas que nos maravillan de esta edad, es el poder dar pasos firmes sin necesidad de hacer ruido.
Pero haber llegado a los 63 para atestiguar que gobiernos elegidos por votación popular se enguantan todos los poderes del estado en una mano gris y se autoproclaman presidentes vitalicios, que los primeros magistrados se convierten en reyes quienes heredan el mandato a sus familiares o allegados en actos y pactos de verdadera monarquía; haber arribado a este punto para saber a ciencia cierta que todo lo proclamado por los políticos que supuestamente llegaron el siglo pasado a salvar al mundo de la desigualdad, era falso, nos causa profunda repulsión y nos inspira a seguir protestando en nombre de todos los calendarios deshojados y desperdiciados que quedaron atrás. Y que todos permitimos que quedaran atrás.
La era de las comunicaciones híper veloces nos puso en evidencia, nos enteramos hasta de lo que no queremos saber prácticamente antes de que ocurra. Al mismo tiempo, ha permitido que todos los ciudadanos libres del planeta, nos juntemos para enfrentar al fantasma de las dictaduras que se multiplica como virus letal de un lado al otro del globo terrestre. La unión hace la fuerza. El dolor no mata, el dolor colectivo inspira, nos alienta a seguir luchando, levantando la voz sin miedo, señalando con el dedo a los mercaderes de la felicidad ajena, ninguneadores -palabra que no existe en el diccionario- de los pueblos. No es posible que todavía seamos menos que el petróleo, menos que el oro, menos que el acero, menos que todo lo que produzca billete, menos que el maldito dinero que todos creen que existe. No es posible que aún tengamos menos valor que el reflejo en el espejo de la imagen pequeña y miserable de cualquier opresor de multitudes. No es posible que haya gente que crea que es lo mismo aprender a leer, que tener permiso para leer solamente ciertas propagandas extremistas y fanáticas. No es posible tanta ceguera, y por eso no hubo mucho que celebrar, ya lo haremos cuando empecemos a contar las victorias, porque las victorias de a uno se esfuman, pero las grandes batallas, esas verdaderamente trascendentes, son las que se conquistan en grupo, las que alcanzan a todos por igual, las que provocan verdaderas transformaciones sociales no excluyentes.
Abracemos con fe y con valentía la gran causa de la solidaridad humana. No dejemos de creer en la fuerza arrolladora de la unión entre seres que persiguen un mismo propósito. La libertad del ser humano es inalienable, existen cadenas de hierro que pretenden atar a los individuos, hay leyes maquiavélicas que sirven para oprimir a los pueblos, hay cárceles de cemento que encierran y aíslan, pero en medio de la soledad de una prisión, como si fuera un altar se erige el balcón del pensamiento, y en él no tienen cabida los dictadores. Desde allí podemos soñar sin restricciones, renacer y ser capaces de levantarnos a pesar de cualquier dolor, de cualquier traición. Desde esa tarima podemos darles la espalda a las leyes que solapan el abuso y tomarnos de la mano con los millones y millones de seres que en este mismo instante, sufren a manos de delincuentes de levita; podemos transmitirles nuestro apoyo y juntos lograr que exista una sola primavera para el mundo, la de la libertad sin condiciones y sin fronteras.
Los queremos!
Dagor
6 de Marzo de 2014
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